El hombre tiene en la palabra la mejor forma de comunicarse. La escritura supuso un gran avance. Y hoy las nuevas tecnologías, al permitir que la voz y los datos se transporten a distancia, han revolucionado la información, las comunicaciones y el comercio.

Hasta ahora, la persona humana casi siempre había preferido la comunicación cara a cara. Pero las cosas parecen haber cambiado. Los jóvenes prefieren las redes sociales a las tertulias. Y los modernos dispositivos, como los teléfonos móviles, han modificado los hábitos de comunicación e interrelación de la juventud. El móvil es un apéndice del joven. Un joven sin su teléfono está indefenso. Le sirve para casi todo: para hablar con sus colegas; para programar el ocio; para ligar. Y a los estudiantes, hasta para copiar en los exámenes. Pero lo que más llama la atención es que en las aproximaciones, escarceos o más que escarceos amorosos, ya casi no utilizan la voz; sólo la escritura: los mensajes de texto.

Una de las ventajas de ser profesor universitario es que el alumnado nunca envejece. Siempre tenemos estudiantes en la edad que raya la adolescencia con la madurez. La edad que podríamos llamar de la innovación, porque es la que presagia los cambios del futuro. Y esos cambios en comunicación van por la palabra escrita.

A los que no tuvimos la suerte de que nos regalaran un móvil antes de aprender a hablar (sencillamente porque no existían), nos sorprende este cambio de hábitos. Las personas de otras generaciones aprendimos por la literatura o el cine que las declaraciones de amor se hacían de forma personal. Más de uno --o de una-- pasó por el rubor de declararse. Sabíamos por el poeta que descubriríamos el color de su pupila clavando nuestra mirada en su mirada.

Ahora los jóvenes se declaran por whatsapp a través de un smartphone. No me dirás, querido lector, que no se pierde inmediación y espontaneidad. Y me temo que con tantos dispositivos de comunicación, estemos cada día más incomunicados.