El pasado 13 y martes, cuando uno se desayunaba con la alegre noticia de que habría en Plasencia tres nuevas bibliotecas de barrio; aún reciente la buena nueva de la sobredotación presupuestaria para las existentes; a la espera de nuevas iniciativas (no heredadas) que den a esta ciudad el impulso cultural que merece, se confirmaba que Julio Pérez volvía a su antiguo puesto de trabajo y dimitía, por tanto, como gerente de la universidad popular. Era algo esperado, pero no dejaba de sorprenderme. A día de hoy, sigo sin entenderlo. Con independencia de quién pusiera en marcha la UP (no procede remover hechos pasados), ésta ha alcanzado en muy poco tiempo la debida solvencia gracias, sobre todo, a la labor de Julio Pérez. Lo sabemos todos. Justo es decir, aunque no baste, que contó con el apoyo respetuoso de Fernando Pizarro (incomprendido e incluso obstaculizado por los suyos). Entonces, ¿por qué dimite Julio? No debería adjudicarse a razones políticas. Ha demostrado sobradamente su talante democrático. ¿No es eso, junto a la eficiencia, lo que al cabo importa? Alega el dimisionario que se debe, en lo sustancial, a una pérdida de confianza en su gestión. Mala cosa: el del personalismo es un terreno escabroso.

En lo que a mí respecta, además de asistir un par de veces al taller literario de Gonzalo Hidalgo, sólo he pasado por la UP para dar la "lección inaugural" de uno de los cursos (lo que, debido a su tono crítico, debió ocasionarle algún quebradero de cabeza).

Comprendo, en fin, que Julio, verificando su desamparo, arroje la toalla y opte por regresar a sus cuarteles de invierno. Eso que perdemos. ¡Con lo poco sobrados que estamos en el pueblo de gente con talento!