A sus 51 años, el placentino Juan Francisco Mendo Hernández ha donado ya en 62 ocasiones, lo que le ha hecho merecedor este año de la mayor distinción de la hermandad de donantes de sangre, un ping de platino. Juan Francisco está muy agradecido, pero tiene claro que "si no me la dieran, no pasaría nada porque yo estoy muy contento de ser donante y me vale con saber que con mi sangre puedo salvar a alguien".

Con esta filosofía comenzó a donar a los 23 años, atraído por un anuncio de que se necesitaba sangre y porque "siempre había tenido ganas de ayudar a los demás porque la sangre es fundamental en todas las operaciones y más ahora con tantos accidentes".

Desde entonces, se ha mantenido fiel, tanto que aprovecha las dos horas que tiene de descanso en el trabajo para comer para acudir a donar sangre: "Salgo a la una y entro a las tres y en ese tiempo dono, como y a trabajar otra vez".

Ahora dona cada cuatro o cinco meses y anima a los jóvenes a seguir su ejemplo: "Donar sangre es dar vida, la sangre hace muchísima falta, pero hasta que no nos pasa a nosotros y vemos las orejas al lobo no nos damos cuenta, si la hermandad va a la universidad ellos no fallan, así que les animo a que donen".