Seguimos…, eso pongo siempre cuando publico mi opinión dominical en las redes sociales. Porque es lo que hacemos, seguir a pesar de todo y sobrevivir.

Esta pasada semana, alrededor de la una de la madrugada del viernes al sábado, una chica placentina que se dirigía a su casa fue abordada por un individuo en plena calle quien le gritó: «¡Eh tú, espérame, que te voy a dar lo que mereces!». Logró zafarse como pudo tras ser empujada en varias ocasiones por el susodicho, mientras le indicaba: «no quiero problemas, por esta vez te libras». Y se libró, por esta vez…

Así andamos, con miedo, por nuestras madres, hijas, sobrinas, hermanas, amigas y por nosotras mismas… Sin generalizar, porque también conozco a muy buenos hombres, hemos de convivir con acosadores, abusones y delincuentes desalmados, a veces enfermos y otras no, quienes tienen el poder de maltratarnos a su antojo, física o síquicamente, despiadados y sin un ápice de remordimiento de conciencia.

Cierto es que existen casos en los que el género cambia y son las mujeres las malas, incluso entre nosotras mismas, aunque la generalidad es de ellos.

La involución es un hecho en las nuevas generaciones, que han perdido muchos logros ya alcanzados por otras anteriores. La autoestima y el autoconcepto se ven resentidos y el abuso por parte de la pareja es mayor y más fuerte. El gaslighting nos lleva a la consulta del sicólogo y/o siquiatra, a tomar pastillas y creer que estamos locas, cuando los enfermos mentales son ellos, manipuladores mentirosos que no quieren crecer y se creen con poder para maltratar y abusar de nosotras a toda costa, sin vergüenza ni decencia, sencillamente, porque no las tienen.

Las medidas que estamos llevando a cabo no curan, solo aminoran los síntomas. Hoy, proteger a las mujeres es solo paliar el síntoma de esta mortal enfermedad. La cura está en atacar al foco del mal, la educación de ellos desde la escuela y el hogar, así como la de los padres, que tuvieron hijos sin libro de instrucciones y lo hicieron como pudieron y creyeron.

La mayoría no cogemos un taxi que espere hasta que entremos en el portal de casa y tampoco vamos a convertirnos todas en Serranas de la Vera por cada malnacido que destroce nuestra vida. Necesitamos mucho más para estar completamente bien y seguras.