Fue una de las muchas personas que tuvieron que abandonar su pueblo natal, Granadilla, por la construcción del pantano de Gabriel y Galán. Recordarlo la entristece por ello espera que "nadie tenga que pasar por la situación que pasamos nosotros".

--¿Cómo recuerda el día que salió de Granadilla?

--Fue un día muy duro y mi familia lo vivimos muy mal y con mucha tristeza, no sólo el día que nos fuimos, sino todo el tiempo que transcurrió hasta que nos adaptamos a otro sitio que no era el nuestro.

--¿A dónde se fueron a vivir?

--A mi padre le dieron unas tierras en Alagón y allí nos fuimos. No había ni vecinos, sólo eran tierras, y adaptarse fue duro porque veníamos de un pueblo que tenía todo: médico, ayuntamiento y Guardia Civil.

--¿Qué edad tenía cuando tuvieron que dejar Granadilla?

--Tenía 25 años. Me había casado unos meses antes y salí del pueblo junto a mis padres, mis tres hermanas y mi marido. Fuimos de los últimos que pudimos casarnos en Granadilla.

--A pesar de lo mal que lo pasaron y de que cada vecino emigró a un lugar diferente, Granadilla sigue uniendo...

--Es que o te unes o no eres nada ni nadie. Cuando nos tuvimos que ir nos sentimos muy abandonados y derrotados pero entre nosotros nos hemos apoyado siempre.

--Y ahora el apoyo ha llegado del Ayuntamiento de Plasencia nombrándoles hijos adoptivos ¿cómo se siente?.

--Estoy muy agradecida de que nos sigan recordando. Esperemos que ningún pueblo sufra lo que sufrimos nosotros porque, sólo quien lo vive, sabe lo mal que se pasa cuando te fuerzan a dejar tu casa.