Desde pequeña he oído en casa el diminutivo acabado en -ino. Sin embargo, ¿cuántas veces nos han corregido, incluso se han reído indicando: «no se dice poquino, se dice poquito» y, aunque no nos ha hecho gracia, no lo hemos defendido?

Recuerdo escuchar hablar a piornalegos, gateños o rayanos, por poner un ejemplo, e inmediatamente colgarles el sambenito de menos evolucionados, como si su habla fuera algo negativo y característico de pueblos serranos, menos accesibles (orográficamente hablando), que implicaba despectivamente un retraso en su crecimiento. Nada más lejos de la realidad. Poseer esta peculiar idiosincrasia y poner todo de su parte para arraigarla, demuestra que ellos sí han sabido hacerlo y eso les ha convertido en algunos de los núcleos con más actividades culturales anuales de la región hoy.

Es endémico ese mal que puede a la gente de pueblo, por no decir a muchos extremeños, que pecamos de no haber valorado lo nuestro lo suficiente y que hemos aprendido a hacerlo cuando otros, de fuera habitualmente, lo han hecho.

Actualmente, reconocemos y defendemos sin prejuicios la riqueza que poseemos, una mezcla, suma de muchos poquinus.

Porque como dice el mayor defensor que conozco de nuestra cultura y lenguas, ya sea estremeñu o castúu, a fala o rayanu, Juan Pedro Sánchez (OSCEC: Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura), ¿hablas extremeño y no lo sabes? Y es que lo hacemos más de lo que creemos, aunque en algún momento lo relegáramos al hogar o solo donde pudiéramos ser nosotros mismos. A pesar de que no se sepa que nuestras lenguas están reconocidas internacionalmente por la UNESCO, por la ONU y son Patrimonio Intangible recogido en el Estatuto de Autonomía, cada vez nos queremos más y mejor.

Aceptar que la diversidad enriquece es saber valorar ese maravilloso tesoro que nos conforma. Aquello de lo que antaño nos hacían avergonzarnos es hoy seña de identidad que nos llena de orgullo. Apreciarlo y defenderlo como merece ha contribuido a diferenciarnos y ser más auténticos.

Renegar de los orígenes que nos conforman es lo peor que hemos podido hacer y, tal vez, esto haya enlentecido nuestro desarrollo a todos los niveles. Palremos estremeñu un poquino mas, que pa essu está!