La mayoría, adultos y menores, utilizamos nuestros derechos llevándolos al extremo hasta sobrepasarlos sin más. Los límites se presuponen pero, la cruda realidad es que en la práctica, no existen.

En aras al derecho humano de la libertad (atributo tan amplio que, tal vez por ello, las fisuras permitan sobrepasar delgadas líneas que se alejan de la pureza de su significado), mal utilizamos el libre albedrío que ella nos concede cuando hacemos lo que nos da la gana y transgredimos los derechos y sentimientos del otro, velando solo por uno mismo, convirtiéndolo así en libertinaje (exceso y abuso de libertad).

Es algo a la orden del día y que enseñamos y permitimos a edades cada vez más tempranas. Imponer un correctivo se echa de menos y escucho como algo necesario entre los padres y educadores, abrumados por el descontrol en las acciones de los menores y sus nulas consecuencias. Pero el miedo les supera.

No hay más que mirar de reojo al estado de derecho en el que vivimos y del que formamos parte. Cualquiera utiliza sus derechos hasta abusar de ellos y saltárselos a la torera, mientras arrastra a miles de personas al venderles una utopía, para después, evitar el peso de la justicia al marcharse a un país, donde está protegido por sus leyes y continuar con sus pretensiones por encima del resto, inmune al orden establecido en el que ha desarrollado su vida y acciones, imponiendo su libertad cívica y todo, porque nunca pasa nada.

En el terreno personal, soportamos que nuestra pareja o hijos nos griten y no pasa nada, hasta que nos matan. Tiramos un papel o una colilla al suelo, no recogemos las heces de nuestra mascota en la vía pública y lo único que nos queda es el derecho al pataleo, una publicación en FB, acompañada de la foto de una zona de la ciudad plagada de cacas, donde manifestar con ironía si se ha habilitado un nuevo parque canino y no se había enterado.

Si crecemos con la absoluta certeza de que hacer lo que nos place no conlleva consecuencias negativas y saltarse las normas está permitido por quienes deben de imponer un orden o castigo, es fácil continuar infringiendo la ley a escalas mayores en la adultez. Hagamos algo al respecto y diferenciemos claramente entre libertinaje y libertad para que esta no pierda su esencia, porque si no, como alguien me dijo, nunca pasa nada.