Se ha dicho que el pecado original de la Universidad de Extremadura es haber nacido dividida. Esta afirmación, además de ser probablemente errónea, no explica el factor vertebrador que nuestra universidad ha desempeñado y está llamada a desempeñar en la región. La originaria división no puede calificarse de pecado, sino de necesidad histórica. Tampoco, desde una perspectiva realista, cabe tildar de rémora la existencia de cuatro campus.

En el año 1973, fecha de la creación de nuestra universidad, no se vislumbraba aún de forma cierta nuestro posterior desarrollo autonómico y, por ende, no se concebía una universidad dependiente de un poder regional autónomo. España vivía los últimos estertores del franquismo y, como en todo fin de ciclo, el régimen evidenciaba pronunciados perfiles de su esencia, entre ellos el carácter centralista. Por otra parte, nuestra región carecía de una historia de unidad, no existía conciencia regionalista y ni se pensaba en un futuro autogobierno, máxime cuando sus dos provincias en aspectos administrativos básicos estaban divididas. En esas circunstancias, dotar a nuestra región de una universidad resultaba no solo una tarea ardua, sino casi una osadía.

Pero, si difícil era entonces la creación de una universidad en España, más aún resultaba en un territorio que prácticamente lo único que tenía en común era su denominación geográfica. De ahí que plantear la fundación de una institución universitaria con un único campus hubiera sido una tarea abocada al fracaso, ya que en pura lógica es fácil pensar que ninguna de las provincias hermanas hubiera estado dispuesta a ceder a la otra el honor de albergar su sede. La voluntad de creación debía producirse, pues, de forma unánime y pacífica por las fuerzas sociales de todo el territorio regional. Con estos antecedentes, y con el fin de dotar a nuestra región de un centro del conocimiento y terminar con la secular partición de sus estudiantes en dos universidades distintas (la provincia de Badajoz pertenecía a la Universidad de Sevilla, y Cáceres a la de Salamanca), se propuso la fórmula de dos semidistritos. Cáceres acogería las enseñanzas ligadas a las letras y al derecho; Badajoz, las ramas llamadas científicas y los estudios económicos. El nacimiento dividido de nuestra universidad dejó satisfechos a todos.

A los pocos años de nacer estos dos campus, por vía de la iniciativa pública y privada irrumpen nuevos centros universitarios adscritos en tres ciudades de Extremadura: Plasencia, Mérida y Almendralejo.

LA TRANSFERENCIA/ El 4 de abril de 1995 se transfieren las enseñanzas universitarias a nuestra comunidad, y en el año 1998, con la integración de las escuelas adscritas de Plasencia y Mérida y la implantación de nuevas titulaciones, culminó un proceso auspiciado desde la propia Junta. De este modo, se configura nuestra universidad con cuatro campus propios y uno adscrito.

La realidad de lo que hoy es la Uex responde, pues, a circunstancias históricas. Y no cabe duda de que todos sus campus contribuyen a vertebrar una comunidad que, por su extensión y sus índices de riqueza, necesita más que ninguna otra facilitar a sus habitantes el acceso a la educación superior.

La institución universitaria representa un elemento estratégico para medir la evolución social, cultural y económica de un país o una región. Extremadura es una comunidad autónoma singular. Su extensión territorial, su escasa población y la pobre industrialización auspician un desarrollo lento y en desigualdad con el resto de España y, por supuesto, de Europa. En estos años la Uex ha coadyuvado a propiciar una conciencia colectiva y ha impedido que muchos jóvenes tuvieran que seguir emigrando para acceder a los estudios superiores. Como centro del conocimiento, nuestra universidad alberga un capital humano que no debe minusvalorarse. Sus titulados contribuyen al desarrollo cultural y económico de sus gentes.

Sin embargo, no significa que la institución no sea mejorable. El cambio producido con la adaptación al Espacio Europeo de la Enseñanza Superior ha sido más cuantitativo que cualitativo.

PROBLEMAS PENDIENTES/ La institución universitaria necesita acomodarse a las realidades técnicas y sociales de cada momento. Por tanto, si de verdad queremos dotarnos de una universidad de calidad que sea foco del desarrollo social y económico de la región y que resulte competitiva ante la posibilidad de implantación de universidades privadas, es preciso abordar la resolución definitiva de sus problemas pendientes, entre ellos el de la financiación. En una región como la nuestra, donde el sector empresarial es débil, es patente que depender de la financiación privada no deja de ser una utopía. Nuestra universidad va a depender durante mucho tiempo de la financiación pública. De ahí que el poder político deba cuidar su universidad. En correspondencia, los estamentos universitarios deben abordar las estrategias necesarias para hacer una Uex mejor y más competitiva, lo que se traducirá sin duda en una mayor presencia y proyección en el plano internacional. Una universidad que pretenda alcanzar la excelencia debe propiciar la renovación de las metodologías e impulsar la innovación docente. Debe incentivar los proyectos de investigación y favorecer la creación de equipos de profesores solventes y, sobre todo, ha de cuidar la formación de sus estudiantes, el leitmotiv de su existencia.

La universidad es una idea dinámica. Debe estar en continua evolución para no dejar de ser un universal de superación. La universidad necesita de la sociedad, y viceversa. Más aún, la universidad es sociedad. Para conformar la Uex del futuro debe actuarse con criterios de eficiencia, pero también de rentabilidad social. La mejor preparación de los egresados redundará en su capacitación y adquisición de habilidades para dispensar un mejor servicio a la colectividad, que es la receptora del saber universitario. H