Venecia ha sufrido esta semana la mayor inundación desde 1966 y la placentina Gloria Izquierdo Elizo la ha vivido. De hecho, se queda con lo positivo y subraya: «he vivido un momento histórico y todo ha salido bien. Ha sido una experiencia más para echarse en la mochila y, a pesar de todo, nos reímos mucho».

Desde Como, Gloria cuenta que hace dos meses organizó unas vacaciones con sus padres y reservó los billetes para Venecia. La noche que subió la marea, durmieron en Milán y se levantaron al día siguiente para coger el tren de las 6.30 horas con destino a Venecia. «No vi las noticias y fue mi hermano quien nos llamó cuando estábamos de camino. Pensé que exageraba y, aunque cuando vi en internet lo que sucedía dudamos si bajarnos en Padua o Verona, al final mi padre sugirió ir y lo hicimos».

Pero no esperaban lo que se encontraron. «Cuando llegamos, era un caos. Estaban poniendo pequeños puentes, yo iba en deportivas y tuvimos que comprarnos unas botas katiuskas y unas bolsas de plástico para las botas, pero aún así, el agua nos llegaba hasta las rodillas y tenía el pantalón calado».

Gloria explica que se encontraron con las tiendas y los restaurantes cerrados y, aunque «era por zonas y no todo estaba igual de inundado, no se podían cruzar los puentes» más emblemáticos de la ciudad. Porque «el canal rebosaba» y lo que más le impactó fue la imagen de la plaza de San Marcos. «Era la primera vez que iba a Venecia y ver la plaza así fue bestial porque era como una balsa. Yo solo pensaba en las pérdidas económicas y los daños, por ejemplo en la basílica».

Andaban «sin rumbo, por donde podíamos pasar» y encontraron en una parte alta un restaurante que «estaba lleno claro». A las seis de la tarde, «ya no había nada de agua», pero pudieron ver las consecuencias de la subida de la marea, como las góndolas arrastradas.

Cuando llegó la hora de salida de su tren, se marcharon con la imagen de lo vivido en la retina y con la idea de «volver, pero ya cuando no haya tanta agua».