TNto sólo trasciende lo trascendente. A veces trasciende lo intrascendente. Muchas veces, la Plasencia trascendida no se corresponde con la ciudad anhelada, sentida, sufrida y vivida. Hubiere Plasencia deseos, expectativas, desamparo, ilusiones, proyectos, angustias, escepticismo, sinsabores y alegrías- y apenas trasciende la silenciosa voz de quienes, aun teniéndola, no son escuchados. Más bien se oyen las intrascendentes voces de la negatividad sin fin; las de la intolerancia frente a la comprensión; aquellas que no quisieren oír, ni que se escuchare, más que su propia voz, desde La Data hasta san Miguel.

Lo trascendente de una ciudad, aunque lo fuere, no es la suciedad que despinta la calle del Sol los días festivos por la desidia de unos cuantos, no por culpa del Gobierno; o la prioridad peatonal sobre los vehículos en un casco histórico no pensado para el hoy, hechos todos tributarios de nuestro conocimiento y comprensión. Lo trascendente es la voz de quienes no tienen alma y le niegan el corazón a aquellos que ponen corazón y alma en el empeño, aunque sus berridos se oigan en Monfragüe. Eso no trasciende: se niega como imposible, oscureciendo cualquier atisbo de solución, aun dialogada, pactada o proyectada.

La realidad de la Plasencia trascendida difiere muchas veces de la objetividad trascendente. ¿Tuviere Plasencia hoy un mejor momento de su historia que el actual para trascender al futuro?, con sillón y palabra entre los grandes de Extremadura, que apenas tuvo en Cortes, cuna de Extremadura en las Cortes de Castilla; con una autovía a punto de vertebrarla con el Norte y Sur de España; con redes españolas de su propia fundación (catedrales, ciudades amuralladas), con amplitud de horizontes de colaboración hacia Portugal y autovía proyectada para más unión con los vecinos antes ignorados-

"Una ciudad que está puesta sobre un monte no se puede esconder. Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelabro, para que alumbre a todos los que están en la casa." (Mt. 5, 13-14). La parábola de Jesús sirve para hacer frontera entre el ayer, el hoy y el mañana. Las luces de Plasencia no son ya --y lo fueron y continúan siéndolo-- las de Alfonso VIII , los Zúñiga, Carvajales, Inés de Suárez, María la Brava, los Trejo , o Churriguera , sino las de las redes de ciudades que fundara y a las que pertenece; las de sus catedrales, iglesias y conventos, palacios y casas señoriales, la judería y los jardines, los museos y los centros de interpretación, las nuevas redes de comunicaciones, el comercio de siempre y las pequeñas industrias-, el pasado y ahora, el futuro.

No pueden unos cuantos pretender alumbrar con la candela bajo el celemín. La luz de Plasencia es la luz del futuro, aun con los problemas del presente. Alumbra esta luz defectos y carencias que a todos compete mejorar; pero la herencia, conservada y puesta en valor, debe servir de base para el futuro.

La Plasencia trascendida no debe impedirnos ver la ciudad que trasciende desde su legado histórico al futuro, que empieza a ser conocida, escuchada y valorada. Con la luz sobre el candelabro para que alumbre no sólo los lienzos de Rizzi : la ciudad entera, capital de las comarcas del Norte, puerta de Extremadura desde Castilla, la placentera ciudad para el deleite.