Ayer, en el bello coso placentino, se vivió una gran tarde de toros. De toros porque la corrida de Zalduendo, con distintos matices de bravura y manejabilidad, mostró un buen comportamiento. Y de toreros, porque Enrique Ponce y Miguel Angel Perera, brillaron a gran altura. Había quien miraba a 1945 para comparar la corrida de ayer, cuando Manolete, Arruza y Pepe Dominguín obtuvieron un gran triunfo.

Ponce estuvo cumbre ante el segundo toro de la tarde, de nombre Alcancio. Era un animal de muy justa presencia pero reunido de hechuras. Ya a la verónica, en lo que fueron lances muy suaves y estéticos, lo toreó ganándole terreno, manos bajas y cintura quebrada. Se superó en el quite por delantales bellísimos, con la media verónica de frente personalísima.

Tras brindar al público comenzó la sinfonía pancista con un inicio de faena por abajo pero vaciando por arriba. Se sacó al toro al tercio y entre las series le fue administrando tiempos. Le daba sitio y se lo traía, le corría la mano, se iba con él, pues de esa forma acompañaba el maestro de Chiva.

Poco a poco iba bajando la mano y por ambos pitones brotaban tandas hermosas. La inspiración y el sentimiento lo impregnaban todo. Tres en uno, porcinas, esos muletazos de rodilla genuflexa de arrebatado impacto, cambios de mano- Fue la que Ponce cuajó a Alcancio una obra maestra que quedará en el recuerdo.

Por ello, tras dar muerte al quinto, le público despidió a este artista con una ovación de las que hacen época. Había entrado este torero en el corazón de Plasencia, pues a ese segundo suyo le cuajó otra faena meritísima. Desparramaba la vista y tenía un punto de genio. Ahora el diestro sacó a colación el pundonor y la vergüenza torera. Primero con suavidad y después con despaciosidad, completó otra gran faena, premiada con otras dos orejas.

El otro gran triunfador fue Miguel Angel Perera, brillantísimo también. Tuvo un primer toro que reponía rápido y se metía por abajo. Fue el del extremeño un trasteo de madurez técnica, en la que un acusado sentido del temple hacía al zalduendo seguir el engaño. Tiraba de él y por ambos pitones lo toreó a placer.

El sobrero sexto tuvo también buena condición, y le hizo un buen quite por tafalleras, gaonera y revolera.

Inició la faena por alto, sin enmendarse y se sacó al astado al tercio para lograr series a cual más perfecta. Primero con la diestra casi a cámara lenta. Después al natural en un palmo de terreno. Hondura y ligazón eran las premisas de esa faena que se percibía con gran intensidad, a más, la cual la culminó con los circulares invertidos clásicos de este torero, y el aguante en el desplante.

A Juan Mora se le notó la inactividad. En toda su tarde primó el buen gusto, como cuando recibió a la verónica a su primero y le corrió bien la mano. Era ese un animal justo de fuerzas y bastante hizo el placentino con estar por encima. Al cuarto le faltó clase. Hubo en esa faena algunas desigualdades pero Mora acertó a dejar la muleta retrasada para aprovechar la inercia del animal. Así toreó en redondo adelantada la faena. Mas falló con la espada y sólo saludó.