Solemos pensar que el ejercicio de la responsabilidad en política se paga caro. Sin embargo, es un dogma indemostrable de la democracia que, en la libre confrontación de las opiniones, siempre se impone lo correcto y razonable. Por eso, es esencial garantizar la libre discusión de las ideas y la búsqueda de los intereses que sean vitales para el buen funcionamiento del sistema. Si en ese afán un grupo político debe sacrificarse por el bien común, con toda seguridad su acción nunca será baldía.

En el polo opuesto, las acciones políticas populistas se apoyan en argumentos demagógicos que ahora gusta propagarcon eslóganesy tuits. Con ellos se intenta que las personas se identifiquen emocionalmente con determinadas ideas radicales o secesionistas. Más claro: se pretende convertir a los ciudadanos en consumidores de decisiones políticas prefabricadas e impracticables. Detrás de estas estrategias suelen estar personajes a los que el ejercicio de la política les sirve de trabajo y de entretenimiento.

La decisión que ha tomado el PSOE puede juzgarse como responsable. Aunque también responde a criterios de oportunidad. Podemos discutir la forma de abstención elegida para permitir la gobernabilidad, pero en estos momentos hay que admitir que la militancia socialista, a pesar de la resistencia inusual que está oponiendo a los manejos de sus dirigentes, sería incapaz de poner en marcha un programa realista.

Se avecinan tiempos de diálogo y de pactos, de unir fuerzas, porque es imprescindible que consolidemos un proceso de despegue económico y de expansión productiva. No debemos olvidar que los Estados han perdido soberanía y que la UE restringe nuestra capacidad de toma de decisiones. Y con esta limitada maniobrabilidad tenemos que cubrir muchas necesidades. Las más urgentes, sacar de la situación de desempleo al conjunto de compatriotas que lo sufre y, sobre todo, traer vientos de esperanza a ese ingente número de jóvenes desesperanzados. H