TLtos cargos públicos no son vitalicios, salvo los papas y algunos jefes de Estado, como los reyes. Y en el caso de los papas, no sabemos si no suelen dimitir por ser jefes de Estado o por ser papas. Lo cierto es que, tras varios siglos sin dimisiones, un papa ha decidido dejar el cargo. Es un gesto de humanidad y humildad. Ha sido un buen teólogo. Lástima que no haya tenido la suficiente energía o valentía para encarar problemas importantes.

La dimisión del papa trae a colación la pregunta de si sería oportuno que también dimitiera nuestro Rey. Y aunque los casos no son análogos, podría buscarse un cierto paralelismo. Entre reyes hay más precedentes y, por tanto, sería más fácil la dimisión. Además, si cesara nuestro Rey, no haría falta iniciar un proceso electoral para designar sustituto; ya existe un heredero de la Corona.

En Europa, recientemente se ha dado una abdicación que puede tener semejanza con el caso español. La reina Beatriz de Holanda tiene los mismos años que nuestro Rey, y el sucesor, su hijo Guillermo, cuenta también con la misma edad que nuestro Príncipe. En ambos reinos existe una monarquía parlamentaria.

El Rey Juan Carlos goza todavía de cierto prestigio internacional. Es un valor seguro de la marca España. Sin embargo, una serie de errores en los últimos tiempos y algunas dolencias hacen preguntarse a los españoles si sería conveniente o deseable esa abdicación.

La respuesta no es fácil. Existen problemas familiares que deben dejarse resueltos. Perderíamos el sostén de la Monarquía en los últimos años: la reina doña Sofía.

A todo ello hay que añadir que la futura reina, divorciada y con orígenes plebeyos, no encuentra mucho apoyo entre la ortodoxia monárquica. Tendríamos una reina del pueblo (por su origen), pero no sabemos si sería popular.

En fin, la abdicación del Rey podría parecer deseable, pero no conveniente. En todo caso, ahora existen otros problemas más graves que atender.