Rocío Durán volvió a demostrar el viernes en el Teatro Alkázar que ella sí es profeta en su tierra. La cantante placentina de 26 años regresó con un espectáculo novedoso más preparada que nunca y convertida en una pedazo de artista que canta y se mueve en el escenario como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. Si emotiva fue su vuelta ante un público de paisanos, no lo fue menos que dos de los vestidos que lució, más guapa y estilizada que nunca, son obra de su propia madre, Esperanza Pulido.