Llega la temporada de festejos taurinos por casi cada pueblo o villa del norte de Cáceres. Las ferias de Plasencia y la presencia de grandes figuras del toreo en sus carteles atraen a la plaza torera placentina a multitud de personas de todas las edades y condiciones para ver a sus ídolos y disfrutar de su arte y con ello, se abre la veda para todos aquellos amantes de este espectáculo.

Aficionados y detractores tiene este asunto, considerado arte para los primeros y maltrato para los segundos.

En los pueblos pequeños la cosa cambia bastante y los encierros y capeas de toros, vacas y vaquillas ‘al estilo verato’ por ejemplo, es ya una tradición muy arraigada, que viene celebrándose y adaptándose a los nuevos tiempos, sin perder su esencia ancestral.

Normalmente celebradas en las plazas mayores de los municipios, acondicionadas para tal fin y cumpliendo las normas de seguridad establecidas por la ley, montan un dispositivo en plazas o recorrido por las calles escogidas del municipio, consistente en barrotes de hierro, que permite entrar y salir a los más valientes u osados, o ver al animal, ‘desde la barrera’, a los más sensatos.

Fácilmente se podía establecer la ruta torera, pues ya está hecha y es recorrida por numerosos seguidores. Nada como poner nombre a algo que ya existe. Conozco a muchos que hacen su particular peregrinaje de municipio en municipio, solos o en compañía, para disfrutar del espectáculo taurino. Mi mismo padre, hasta hace unos años, la transitaba, ahora se conforma con que hayan vuelto a celebrarse en el pueblo, tras el parón de algunos años y acercarse a la plaza a verlos.

La gran afluencia de incondicionales autoctónos y foráneos ha provocado el establecimiento de normas necesarias para el buen desarrollo de los festejos. Tal es así, que en municipios como, por ejemplo, Aldeanueva de la Vera, se efectúa un sorteo para conseguir instalar un burladero, una escalera, andamio o similar, y lograr el mejor sitio. En Cuacos de Yuste se recogen fianzas que aseguren su instalación, desinstalación y limpieza de los metros ocupados por peñas y particulares.

Desgraciadamente, el riesgo y las imprudencias se pagan y, año tras año, continúan los revolcones, heridos y víctimas por asta de toro. Coria es la prueba evidente de ello, contabilizando, el pasado jueves, el último cornado grave.