Es con toda probabilidad el barrio más degradado de toda la ciudad de Plasencia. Lleva años sin que un equipo de gobierno se decida a rehabilitar una zona habitada prácticamente por residentes de etnia gitana, "pero nosotros también pagamos impuestos y tenemos derecho a que escuchen nuestras reivindicaciones alguna vez; aunque es cierto que hay mucho desempleo" reconoce uno de los residentes y padre de familia, Antonio Silva.

La mayoría de los ciudadanos de Plasencia asocian los problemas del barrio de San Lázaro al tráfico de drogas y a la marginación social que se respira en sus diferentes calles. Razón no les falta, puesto que la intervención policial en este área es algo habitual cada cierto tiempo. Pero los vecinos de esta zona urbana también viven en su día a día una serie de problemas que afectan directamente, y sobre todo, a la sanidad y la limpieza.

El barrio lleva casi cuatro meses sin luz en las calles. Bien porque las farolas están estropeadas o bien porque han sido víctimas de los actos vandálicos. A nadie se le escapa que, pese a que la intervención del consistorio en esta zona es nula, el incivismo de algunos de sus residentes todavía agrava más la situación. La red de saneamiento tiene todas las alcantarillas atascadas desde hace meses, la limpieza viaria es inexistente y se pueden apreciar todo tipo de basura en las calles. "Aquí nunca llegan los barrenderos, ni los taxis" asegura Iván Silva, otro de los residentes de esta zona. El pavimento de las calles luce socavones por todas partes, algunos de ellos parcheados por el anterior gobierno local; una solución al mal estado del asfalto que ha durado dos meses.

El alcalde, Fernando Pizarro, llegó a plantear una reforma integral para convertir el barrio en una zona residencial. Lo hizo durante la campaña electoral; para ello anunció una recatalogación del Plan General Municipal (PGM), cuya aprobación es una de las prioridades que Pizarro se ha impuesto para esta legislatura. Un reto importante, dado que Pizarro tendrá que eliminar el problema de seguridad, derivado del tráfico de drogas, que afecta a zonas anexas como San Miguel.