Calbotes, carbotes, mangosto… y así podríamos nombrar una lista interminable de denominaciones extremeñas distintas para una misma celebración: el Día de todos los Santos.

Miles de personas se congregan este día para asar las castañas en el campo, si el clima lo permite y si no, bajo cualquier techo que resguarde de la lluvia.

Somos ricos en muchos sentidos pero no lo apreciamos. Es nuestra tierra un lugar repleto de abundancia: acervo compuesto de lenguas, parajes, cielos, agua, historia, cultura, tradición, alimentos, gentes,…

Como ejemplo de ello, la llegada del otoño, tras el nuevo veroño, ofrece un sinfín de posibilidades al alcance de todos los que quieran disfrutar de nuestra tierra. Si el verano es una muy buena estación para las comarcas del norte de la región por, entre otros muchísimos motivos, sus 1.500 kilómetros de costa de agua dulce, el otoño es, sin duda alguna, la mejor.

Afloja el calor y, a pesar del acortamiento de los días por el polémico y, perjudicial en mi opinión, cambio de hora, es momento de la llegada de las primeras tormentas que limpian los cauces fluviales (sobre todo tras los trágicos incendios estivales) y ello contribuye a la maduración de frutos silvestres propios de esta época: madroños, con los que elaborar potentes licores que calentarán las alboradas y sobremesas muchos gaznates, cuyos dueños estarán siempre dispuestos a ofrecerte un trago para probarlo. Membrillos, con los que elaborar ese rico dulce, tan solo con su carne y azúcar. Castañas, que darán lugar a multitud de platos y salsas para acompañar carnes de la tierra. Higos secos enharinados, con los que surtir la bandeja de Navidad, solos o preñaos con nueces. Piñones, almendras, orejones secados en las solanas de típicas casas de pueblo, donde nuestras abuelas y madres extienden troceados en cartones, el excedente de melocotones del estío. Uvas, caquis, granadas, hongos…

Con todo esto, cuando veo en nuestras ciudades personas con un cartón a sus pies pidiendo para comer, me traslado instantáneamente a estas fincas en barbecho que abundan cada vez más en nuestras laderas, cuyos árboles están vencidos por la carga del fruto, desaprovechado por el abandono voluntario o involuntario de su dueño y pienso: sin duda el campo tiene más ventajas, normalmente, hambre no pasas.