Mientras disfrutamos de las cristalinas y refrescantes aguas de nuestras gargantas, jamás se nos pasa por la cabeza que, de un día para otro, pudieran perder su transparencia y ofrecer lo que, ahora mismo es un lodazal negro, más parecido al chapapote del vertido de un petrolero, que al agua propia de nuestras zonas de baño.

Gargantas veratas y jerteñas han muerto un poco estas últimas semanas, tras los incendios que arrasaron más de 250 hectáreas de pasto de la Sierra de Tormantos, a un lado y otro de la estribación, afectando a ambas comarcas, cuyos vecinos han sido visionarios de esta catástrofe y advirtieron de lo sucedido.

Miles de personas, tanto autóctonos como foráneos, emigrantes con segunda residencia en nuestra tierra o turistas de paso han vivido y padecido las consecuencias de la, en términos meteorológicos gota fría o DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), de la pasada semana, que ha creado auténticos ríos de lava negra, arrastrando los restos de la quema tras el paso del fuego y la ceniza que cubría el suelo en un nivel de altura superior, así como el corte del suministro de agua corriente en sus hogares, por lo que se han manifestado para apoyar la lucha contra incendios y, si fuera viable, solicitar a las administraciones la declaración de zona catastrófica.

Triste espectáculo que, por las dos vertientes serranas, ha afectado al recorrido bañístico. Por La Vera, desde Las Piletillas (de Arriba y Abajo), Garganta Mayor y el Charco Calderón pertenecientes a Garganta la Olla, pasando por el lago ‘Alonso Vega’ y el charco Las Tablas de Jaraíz de la Vera, hasta Las Pilas de Collado de la Vera, cuyo curso fluvial presenta un color negro cubierto de espuma también parduzca, fruto de la mezcla de sedimentos y residuos provocados por el incendio ocurrido a finales del mes de julio.

Si bien es cierto que contra los pirómanos poco se puede hacer, no dejo de escuchar las voces de la sabiduría de los más antiguos habitantes de estos lares indicando la posibilidad de haber evitado la magnitud de este descalabro natural a través del pastoreo, lamentando su casi extinción y reivindicando su vuelta, pues sin duda, resultan los mejores ‘bomberos’ para la prevención de incendios y contribuyen, además, al sostenimiento del ecosistema.

Si existe algo que funciona, no lo toques.