Llega la Navidad, unos la esperan ansiosos y otros la detestan. Sea como sea, nadie es indiferente. Las luces de las grandes ciudades están colocadas para brillar o ya lo hacen. Los catálogos de juguetes inundan nuestros buzones incluyendo la carta al final, para que los Reyes Magos cumplan nuestra lista de deseos.

Las tradiciones nos mantienen vivos y celebrarlas las mantiene vivas a ellas también. Pero como humanos, caprichosos y volubles, logramos que sea una época de discusiones acerca de si poner el belén o no, en casa, en el colegio… los conflictos se agolpan en un debate sin razón, en el que unos proponen continuar con la tradición y otros opinan que solo es religión. Sobre todo en los colegios no religiosos, la disyuntiva provoca manifestaciones radicales en uno y otro sentido.

Padres y asociaciones como la Europa Laica o el Observatorio de la Laicidad, si bien no reniegan del valor cultural y artístico, creen que la escuela es un espacio multicultural, por lo que conlleva un cambio de las tradiciones. Recurriendo a la ley para evitar cualquier atisbo de manifestación a favor, con artículos como los 16.3 de la Constitución Española: ninguna confesión tendrá carácter estatal, por lo que un centro público no debería tenerlo. O el 27. 3: que garantiza el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus propias convicciones.

Otros sindicatos, asociaciones y padres valoran la necesidad de ofrecer otras alternativas menos agresivas o radicales como instaurar en los centros un día, el de las religiones y vincular la Navidad con el Cristianismo sin necesidad de, montar el belén, sustituyéndolo por otros símbolos paganos como abetos, renos o elfos.

Y los terceros, defienden los belenes en los centros como esencia cultural propia, tal como los villancicos son una forma poética y musical tradicional de España y Portugal, no exclusivos de los cristianos. O la iconografía religiosa, nadie deja de ver una obra artística como el Estudio de Cristo de nuestro admirado Sorolla, por su temática.

Renegar de nuestra propia historia, mientras celebramos otras tradiciones con orígenes paganos extranjeros como Halloween, es un sinsentido.

Vivir y dejar vivir desde la libertad, debería de ser nuestro objetivo para lograr que se imponga el sentido común, el menos común de todos.