Lo principal es que no ha habido daños personales». Es lo que se dice en estos casos y lo que también destaca el matrimonio que residía en la vivienda que ardió el lunes a las tres y media de la tarde en la calle Eugenio Escobar, en la plaza del Ahorro de San Miguel. Pero lo cierto es que, aún sin daños personales, la familia lo ha perdido casi todo y, debido además a su situación económica y familiar, se ha quedado sin apenas recursos.

Porque el marido, de 40 años, está desempleado y la mujer, de 35, también. En su caso, justo ayer vencía el contrato municipal de un año como auxiliar de ayuda a domicilio. A esta situación económica se suma que tienen cuatro hijas, con los gastos que eso conlleva, y en el incendio, «se ha quemado todo menos dos habitaciones».

Acceder ayer a la vivienda era casi una misión imposible. Muebles quemados, lámparas, cuadros y numerosos enseres por el suelo, la cocina completamente negra. El negro era el color predominante porque la pareja aún estaba a mediodía a la espera de que llegara el perito del seguro para hacer un recuento de los daños. Se han quedado sin muebles, sin apenas ropa... «Lo peor son los recuerdos que hemos perdido», señalaba ayer el marido.

La noche posterior al incendio tuvieron que repartirse ellos y las niñas entre viviendas de familiares y amigos porque dormir ya en la que era su vivienda es imposible y son demasiados para que les acojan en una sola casa.

Por eso, lo que necesitan ahora es un lugar donde poder alojarse todos juntos y los productos más básicos. «Necesitamos sobre todo para las niñas», señalaba ayer la mujer. El marido reconocía ayer estar «en una nube, en unos momentos bien y en otros mal, con ganas de que nos den una solución para el piso --propiedad de una hermana de la mujer-- y empecemos a limpiarlo para volver cuanto antes».

Del incendio recuerdan que ambos y una niña de dos años se habían echado la siesta y, apenas diez minutos después, su perro, un cachorro de meses, comenzó a ladrar. «Como ladra a todo el mundo, no le di importancia, pero como no paraba, ya me levanté y ya estaba ardiendo la mitad del sofá», cuenta el marido.

Entonces, despertó a su mujer y su hija y estas salieron rápidamente de la casa atravesando el salón mientras él intentaba apagar el fuego con cubos de agua.

La mujer comenzó a avisar a los vecinos con gritos y después, él y otro vecino les fueron desalojando, salvo a una mujer de 77 que no se atrevió a bajar las escaleras. «Al salir, cerré las ventanas y la puerta y dicen los bomberos que eso evitó daños mayores». Creen que el fuego puedo iniciarse por un cortocircuito en el enchufe de la secadora, que era lo único que tenían enchufado.