Llevamos años con denuncias sobre las escombreras ilegales. Hacer obras en casa y en lugar de pagar licencia al ayuntamiento y un contenedor a la constructora para residuos, cargar el coche y en el primer lugar que vemos, asegurándonos de que nadie nos ve, con alevosía y/o nocturnidad, tirar los residuos, que ya los recogerá la brigada verde o el personal del ayuntamiento.

Seguimos con los pises y el ruido de las calles del centro histórico con actividad nocturna. Pasando por los coches con retrovisores rotos, ruedas rajadas y carrocerías dañadas como en la Ronda del Salvador, hasta la quema de una encina centenaria en Valcorchero, la retirada de dos farolas en el paseo del arroyo Niebla y todo, sin mencionar la piscina municipal, los ascensores del Dama y la Isla o las escaleras mecánicas y el patrimonio histórico-artístico... Normal que el dron, la Policía Local y el Ayuntamiento de Plasencia se queden cortos. ¿Cómo cubrir tantos frentes? Solo desde la educación en civismo.

El acoso siempre ha existido, pero las cifras y gravedad que ha alcanzado, nunca antes se habían dado y sus consecuencias, como los suicidios en menores, se han disparado, cuando antes eran prácticamente inexistentes. Todo por el mero hecho de divertirse.

He vivido siempre en pueblos y allí, cuando algún muchacho se pasaba de la raya, el alcalde le imponía un castigo ejemplar en pago a su delito. Como pintar la fachada del consistorio, para que todos los vecinos lo vieran. Eran otros tiempos, sí, hoy esto es impensable, porque ningún padre, o casi ninguno, estaría de acuerdo con el correctivo.

Difícilmente vamos a atajar las faltas si no educamos en valores que enseñen que el mal debe de ser castigado. Valores esenciales que desde la infancia los colegios tratan de inculcar, pero que sin la educación parental, es imposible llevar a la práctica diaria.

Es tan escasa o nula la responsabilidad que les atribuimos y tan natural estar siempre dispuestos a resolver los problemas que ellos solitos se buscan, que lo que están aprendiendo es que pueden hacer lo que les venga en gana, sin mayores consecuencias y que, si por casualidad les pillan con las manos en la masa, sus padres se harán cargo.

Atrás ha quedado la inocencia y el respeto a los padres y delante, el coleguismo y el todo vale. ¿Estaremos aún a tiempo?