Las farmacias y los farmacéuticos han una capacidad de adaptación sorprendente desde el comienzo de la pandemia. Extremadura no ha sido una excepción. Los profesionales vieron cómo la ola del coronavirus se les echaba encima cuando las oficinas de farmacia recibieron la visita de los primeros pacientes y después, como servicio esencial, tuvieron que aplicar la normativa específica del estado de alarma. Fue necesario redactar protocolos y responder a las necesidades de cada día en unos momentos en los que, por ejemplo, ni siquiera se hablaba de hidroxicloroquina u otros fármacos.

Lo cierto es que en una situación excepcional los farmacéuticos han dado la talla y como otros muchos colectivos profesionales tuvieron que ‘reinventarse’. Sin medios de protección al principio, también han sido infectados y han tenido bajas. En Cáceres hay 296 farmacias y 620 colegiados. En Badajoz, 380 farmacias y 1.100 colegiados. El profesional se ha convertido en el profesional sanitario más accesible para todos.

La oficina de farmacia no tiene listas de espera, ni requiere de cita previa para acudir a ella, con más de 22.000 boticas abiertas en todo el territorio nacional y con 54.000 farmacéuticos dispensando los medicamentos e informando a la población, como han hecho desde el principio.

EN VANGUARDIA.

Cecilio J. Venegas Fito, presidente del Colegio de Farmacéutico de Badajoz y miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia del Instituto de España, destaca este papel vanguardista de los farmacéuticos: «La farmacia ha ofrecido la primera respuesta al ciudadano. Lo hizo desde primera hora y lo sigue siendo a día de hoy. Nos hemos hecho cargo de carencias y déficits del sector público como, por ejemplo, la dosificación y asistencia en los centros de salud. En las farmacias se ha dado información, formación y se han adelantado medicamentos. Todo ello, por supuesto, en colaboración con el Sistema Nacional de Salud y el Servicio Extremeño de Salud».

CERCANÍA.

Juan Casasola, secretario del Colegio de Farmacéuticos de Cáceres, incide en la cercanía de estos profesionales. «Los farmacéuticos -explica- se han convertido en el personal sanitario más cercano. Además, los hospitales han estado colapsados y los centros de salud, para proteger a pacientes y sanitarios también han tenido restringido el acceso, o han atendido al ciudadano por teléfono. Sin embargo, las farmacias han estado abiertas siempre a las dudas y consultas de cualquier paciente».

Además de absorber la tremenda presión asistencial, los profesionales se las aviaron para proveerse de equipos de protección individual y poder seguir así atendiendo sin riesgo de contaminarse o contaminar. También pusieron en marcha iniciativas para detectar a los mayores que no iba a la farmacia a recoger sus medicinas. Un compromiso con el paciente que desgraciadamente se ha saldado con vidas humanas, pues cerca de una treintena han fallecido, y medio millar de farmacéuticos en todo el país que han contraído el covid-19.

Especialmente duro fue el caso de Tomás Mijimolle (79 años) y Mari Carmen Cuadrado (82 años), un matrimonio que regentaba dos farmacias en Leganés y que falleció con coronavirus con apenas tres días de diferencia.

Tomás murió el 28 de marzo y su mujer Mari Carmen el 31 tras haber estado pendientes de sus clientes hasta casi el último momento. Las dos farmacias siguen abiertas, pero regentadas por otros profesionales.

Despachaban a sus vecinos en unas farmacias que «tenían ese regusto a las farmacias de pueblo, en las que la gente entraba, empezaba a contar sus historias y la farmacéutica les escuchaba y les recomendaba».

Efectivamente, los profesionales carecían de protección en los primeros e inciertos momentos de la pandemia. Por eso las farmacias fueron los primeros negocios que realizaron una gran inversión para adaptarse a la nueva situación con la instalación de mamparas, distancias de seguridad, y equipos de protección para los boticarios. Además, se vio más necesaria que nunca la asistencia farmacéutica domiciliaria para aquellos pacientes con enfermedades crónicas y que viven solos a los que en ocasiones hubo que acercarles los medicamentos a sus casas.

Juan Casasola, secretario del Colegio de Farmacéuticos de Cáceres, lo explica así: «En un principio los farmacéuticos sufrimos la falta de medios. No había mascarillas ni equipos de protección individual de ningún tipo. Ni siquiera para el uso propio. Tuvimos que poner barreras físicas tipo mamparas porque no teníamos EPIs». En la misma línea incide Cecilio J. Venegas Fito: «La falta de medios nos afectaba a nosotros mismos. En España no había mascarillas en el mes de marzo. No las había para nadie y se desconocía su uso y su conveniencia. Los políticos tenían un despiste muy importante. Faltaban geles hidroalcohólicos, alcohol, guantes…»

Venegas añade que la receta electrónica ha jugado un papel clave. «Sin ella no habríamos podido dar ni la décima parte de la asistencia que hemos prestado a la población. Ofrecer la posibilidad de retirar su medicación completa en la farmacia ha sido un avance importante, cuando los médicos han pasado a ofrecer atención telefónica. Yo felicité al padre de la receta electrónica, Dámaso Villa, y le llamé para decirle que sin ella la población no hubiera tenido medicamentos».

RECETA ELECTRÓNICA.

Casasola, secretario del Colegio de Farmacéuticos de Cáceres, explica que la receta electrónica «bien utilizada sirve para aliviar el colapso de los centros de salud para solicitar los medicamentos que se van caducando. Cada tratamiento tiene una caducidad por un tiempo y desde el Colegio de Farmacéuticos se decidió que se aumentara para evitar la demanda de nuevas recetas de los pacientes».

Añade que no hubo desabastecimiento de ningún producto, «si acaso muy poco, en concreto de alguna molécula. Como principios activos necesarios para esta situación no hubo. Otra cosa es el material sanitario, dónde sí hicieron falta mascarillas y equipos de protección».

En general, la respuesta hasta el momento al trabajo de los farmacéuticos comunitarios fue pequeña por el Ministerio o desigual por las comunidades autónomas. Los profesionales consideran que la red de 22.000 farmacias y sus 50.000 profesionales podría tener mayor reconocimiento como centros y profesionales sanitarios y clínicos.

Los farmacéuticos han tenido que diseñar protocolos para ámbitos como la farmacia comunitaria, la farmacia hospitalaria, los análisis clínicos y los centros de salud. En estos últimos su labor pasa desapercibida. En los hospitales ha habido que poner en marcha protocolos incluso para el abastecimiento de productos hospitalarios, medicamentos muy concretos, para evitar el desplazamiento de los pacientes. En la farmacia comunitaria se ofreció poder dispensar esos medicamentos por ser la más cercana al ciudadano. Y la idea funcionó muy bien.

La farmacia hospitalaria ha tenido un papel activo en los comités covid-19 que se han formado en los hospitales, definiendo los procedimientos de actuación ante las situaciones que se iban sucediendo y colaborando en el equipo de crisis.

EXPUESTOS.

El secretario del Colegio de Farmacéuticos de Cáceres advierte: «Estamos muy expuestos en todo momento, porque no sabemos si los usuarios de las oficinas de farmacia son asintomáticos o tienen el virus. Conforme entre el invierno viviremos situaciones muy complejas de pacientes que tengan dudas si tienen un resfriado o el coronavirus. Nosotros estamos tratando de hacer turnos para si hay un contagio solo haya que confinar a una personas y no cerrar la farmacia. Material y físicamente es todo muy complicado, en medio de una situación difícil para todo el mundo y no solo para la farmacia. Deseamos que la vacuna llegue cuanto antes y que sea eficaz y sobre todo segura».

Por su parte, Venegas explica que «los farmacéuticos han diseñado parte de los protocolos que en la actualidad se están implementando. Cuando vienen mal dadas hay que agudizar el ingenio y ponernos a la cabeza en todo lo relativo a nuevos procesos. Nosotros nos hemos ofrecido, siempre sin entrar en colisión con los profesionales sanitarios, entrar en los protocolos y sistemas de vacunación para lograr que ésta llegue a toda la población».

Asegura que el gran beneficiado de la industria farmacéutica es el paciente y todos los ciudadanos en general. «Sin industria farmacéutica no habría medicamentos que curen o prevengan. Hoy se están gastando millones de euros para tener una vacuna con los criterios de calidad, seguridad y eficacia y lo antes posible», concluye. «Los laboratorios no dejan de ser empresas internacionales y deben tratar de que llegue al mayor número de personas posible y tener un precio asequible», apostilla Casasola. M