La fase preliminar del proceso para juzgar políticamente a Donald Trump está prácticamente vista para sentencia. Tras dos jornadas de debate maratoniano en el Comité Judicial de la Cámara de Representantes, la mayoría demócrata se disponía a aprobar los cargos ya conocidos que se imputarán al presidente: abuso de poder y obstrucción a la justicia. A falta de conocerse el resultado definitivo de la votación, todo indica a que se resolverá sin un solo apoyo de los 17 diputados republicanos que forman parte del comité. Ese desenlace es un fiel reflejo del estéril ejercicio democrático en que se ha convertido el impeachment desde sus inicios a finales de septiembre. Ambos partidos habitan en realidades paralelas y son incapaces de dar una misma interpretación a un mismo hecho. Solo dudan los demócratas; los republicanos son una iglesia sin cisma ni herejes.

Tras la aprobación de los cargos, la pelota se trasladará la semana que viene al pleno de la Cámara de Representantes, la encargada de formalizar el impeachment para que Trump sea juzgado en el Senado. Tampoco allí se esperan sorpresas, a pesar de que algunos diputados demócratas procedentes de sólidos bastiones trumpistas han sugerido que se abstendrán o votarán en contra.

En el otro bando, la unidad es absoluta. La lealtad de los conservadores a su líder, incuestionable, lo que prácticamente garantiza que impondrán su mayoría en la Cámara Alta para exonerar al presidente en un juicio que se prevé rápido. Trump verá su nombre manchado en los libros de historia, pero saldrá del impeachment como el césar que ha transformado al Partido Republicano.

Esa lealtad acrítica quedó en el bronco debate de estos dos últimos días, en el que ni un solo republicano cuestionó si quiera la conducta ética del presidente. Con varias enmiendas, trataron de tumbar los cargos contra Trump, que ha sido acusado de coaccionar a Ucrania para que le ayudase en su campaña de reelección al anunciar una investigación contra su rival político Joe Biden y de entorpecer posteriormente la investigación del Congreso.

Los conservadores insistieron en que el todo el proceso es "una farsa". Acusaron a los demócratas de haberles negado una defensa justa y esgrimieron que el abuso de poder es un cargo "vago y ambiguo" que ni siquiera está reflejado en el código penal.

Tienen razón, pero como les recordó el demócrata Jerry Nadler, fustigando su "ignorancia", en el impeachment no solo se juzgan delitos penales sino también de naturaleza política. El continuo abuso de poder del presidente no solo es una amenaza contra nuestra democracia, sino también contra nuestra seguridad nacional, dijo su correligionaria Jackson Lee.