Mucho se ha escrito y hablado ya sobre los diversos problemas en España de nuestra preciosa perdiz roja (Alectoris rufa.), también llamada de patas rojas. Pero vuelve parece nuevamente a renacer la cuestión sobre la realidad genética de las mismas en nuestros campos, según unos últimos estudios que he tenido ocasión de leer.Hablamos de un alado sedentario de nuestra península, de unos 34 cm, de muy bello y colorido plumaje, con pico y patas rojos, la cual se distingue de la llamada griega porque esta última tiene la garganta blanca mayor y collar negro total sin estrías. También muchas diferencias morfológicas con la perdiz moruna, la otra existente en nuestra piel de toro. Por extender un poco más sus características, aunque ya muy conocidas por casi todos, en especial cazadores y naturalistas, se podría decir que su alimentación básica es vegetal, pero también bastante insectívora en la época de reproducción. La cual y su celo tiene lugar en los meses de enero y febrero, la puesta en marzo y abril, de 8 a 12 huevos y los llamados perdigones, nacen en los meses de mayo y junio. Una de sus características como animal salvaje, es que se distingue por su astucia y lo arisca con los humanos, como muchas otras sin duda, de ahí lo difícil de abatir en muchas ocasiones por los cazadores en las diferentes modalidades que existen establecidas legalmente para ello, sino fuera por los métodos empleados. Sin duda tratamos de la reina de la avifauna cinegética española. Y que decir de su valor gastronómico, que mucho tiene que ver con dicha afirmación.Que decir también de sus curiosas costumbres sobre todo a la hora de despistar al posible depredador o cazador, en especial y sobre todo de sus simpáticas polladas, siempre numerosas, de como se hace la muerta, o se da como herida de un ala, la cosa es cambiar el sentido o dirección de donde se encuentran sus pollos o confundir a su posible enemigo. Pero la base y fondo de estas letras es su precaria situación como especie salvaje y pura en nuestros campos. El principal motivo, no parece otro, según muchos especialistas en ello, donde su mayoría son practicantes del deporte cinegético, es la cantidad de granjas hoy día existentes, de cría en cautividad, para posteriormente hacer sueltas al medio natural, para repoblaciones y sobre todo cazas controladas, con el correspondiente pago de las mismas para ser simplemente blancos de puntería, dado que se hace incluso pocas horas antes, donde casi todas caen abatidas, aunque siempre quedará alguna.Y como no referirme en particular al motivo de este poco tiempo de adaptación todo en beneficio de muchos de los de los participantes en estas particulares cacerías, y todo el mundo sabe a que me refiero...., vamos como Asturias, Extremadura Paraíso Natural Cinegético, ¿para quién?, así como en ocasiones por cierto muy bien custodiados, a costa de nuestros impuestos por otro lado, que en su mayoría tienen menos de cazadores que yo de cura. Y mientras los verdaderos cazadores, que siente el aroma del campo, una puñetera deyección como un pimiento, que parece que queda mejor y más adecuado con la ornitología. Por otro lado, expresar también el lado positivo de dichas granjas, a efectos directos e indirectos para otra clase de fauna salvaje, alguna de ella en precario estado de población, llámese, el lince o águila imperial ibéricos, y muchas otras más sin duda no en tan grave situación pero igual de importantes bajo mi punto de vista, aunque no tan rentables para algunos lamentablemente, porque en todos los sitios cuecen habas. Y como no, valorar el hecho de que muchas sociedades de caza, son las que llevan el peso en lo económico a sus espaldas de las mismas con sus aportaciones, sin desmerecer ciertas inyecciones monetarias de nuestra administración, también muy importantes. Pero todo este último aspecto no debe desvirtuar el fondo de estas letras. El resumen está muy claro que la falta de genética de nuestra roja, tiene mucho que ver en la mayoría de los casos sin duda con sus cruces más que posibles de cientos o miles de ejemplares con la griega, y lo peor de todo a efectos contrarios del maravilloso mundo natural de cualquier ser vivo que puebla nuestros campos, y es que se han convertido en verdaderas gallinas domesticas en gran número, sin experiencia en la vida salvaje, y lo peor muy amansadas, lo que equivale a desprotegidas a todo tipo de predador de los innumerables que tiene. Solo para terminar quisiera poner un claro ejemplo que pueda quizás demostrar siempre relativamente mi opinión sobre el tema. No hace muchos años con nuestro coche o andando, difícil era de verlas en un camino, y cuando pasaba salían disparadas como un formula uno, a cualquier escondite o lugar para estar a salvo. Hoy día, es casi corriente cruzarse con ellas en ciertos lugares muy concretos, todos relacionados con parte de lo comentado. Pero te las encuentras andando tranquilamente, hasta el punto que tenemos muchas veces que frenar nuestro vehiculo dado que caminan por los caminos valga la redundancia, como lo hacen las gallinas en nuestros corrales domésticos y humanizados. (*) Federico José Marín Rodríguez. Naturalista. Técnico en Gestión de la Fauna de Espacios Naturales