Manoli Sánchez Vázquez, de Servidores del Evangelio de la Misericordia, regresaba a Monesterio a disfrutar de unas vacaciones después de tres años en Malasiqui, ciudad filipina, de más de 123.000 habitantes, donde, junto a otras cuatro compañeras desarrolla su labor como misionera.

Aprovechando su estancia en su pueblo natal, Manoli deja testimonio de su labor con una charla impregnada de experiencias. «He aprendido del pueblo filipino a ser más agradecida», dice esta religiosa monesteriense de 44 años, que lleva la mitad de su vida dedicada a los demás: «Un flechazo que me hizo propagar la mirada y la bondad de Jesús».

Primero en Madrid, luego, tres años en Argentina y once en Guadalajara (sede de su comunidad), y ahora tres años ininterrumpidos en Filipinas dan para mucho. Durante su periodo de formación, Manoli Sánchez escuchó a un misionero hablar sobre su experiencia en aquel país. Tanto le llegó el mensaje que desde entonces estuvo entre sus objetivos realizar allí su labor misionera. Pasaron muchos años y fue su propia comunidad la que conociendo su deseo --una vez decididos a formar una fundación en la isla de Luzón--, le ofreció formar parte de las personas que integraron esta fundación.

A más de 12.000 kilómetros de nuestro país, los Servidores del Evangelio de la Misericordia realizan una función sustancialmente evangelizadora. «Es difícil explicar nuestro trabajo», manifiesta la religiosa extremeña: «No tenemos colegios, ni hospitales, nos dedicamos esencialmente a lo espiritual». En su día a día, este trabajo se plasma en el trabajo con niños y jóvenes, «a quienes ayudamos a que reconozcan su dignidad como personas y descubran el valor de sus vidas».

Además, también imparten catequesis para la Confirmación, realizan visitas a las familias necesitadas y buscan la manera de «conocer al pueblo filipino y cuáles son sus necesidades y sus carencias».