La corrida de Zalduendo, remendada con un sobrero de Garcigrande, se desarrollaba en un tono plano. Los toros manseaban más de lo debido, tras no ser considerados por el público por lo terciado de su estampa. Pero en eso que salió el sexto.

Era ese un toro brutote, de rebrincada embestida, lo que dificultaba templarlo. Mas la decisión que mostró Alejandro Talavante logró meterlo en el engaño. Es lo que sucede cuando un torero se pone donde lo hacía el de Badajoz, cuando lo consentía y además, le corría la mano con toques sutiles, a veces, varias veces, a lo largo del mismo muletazo.

Fue una faena en extremo meritoria por las dificultades del animal, por su no querer ir hacia delante, por tardear y por no colocar bien la cara. Alejandro Talavante, en sazón, mostró su ambición y su buen hacer.

Antes tuvo otro manso al que también hizo ir a más y al que pudo cortar otra oreja si no hubiera sido porque lo pinchó.

Morante también quiso pero sus dos toros no le dieron opciones. Blando y de muy poca transmisión el que abrió la corrida, fue protestado y no se le tuvo nada en cuenta. Ante el sobrero, la faena tuvo torería y detalles de la clase que este torero imprime a todo lo que hace. José María Manzanares también porfió ante un manso de libro, como fue su primero, y ante un quinto de poca codicia ante el que hizo el esfuerzo, pero del que no obtuvo recompensa.