Embistió y bien la corrida que mandó a Olivenza el ganadero madrileño Victoriano del Río. Fue la suya una corrida armónica, de parejas hechuras salvo en lo relativo al más terciado animal que saltó al ruedo en cuarto lugar. Un encierro, al que sí bien le faltó transmisión y raza, tuvo acusada nobleza.

Ante un lote de infinita dulzura pero justo de fuerzas, Enrique Ponce dictó su magisterio. Magisterio que es mejorar, a lo largo de su lidia, las condiciones de los toros, que ellos sí, tienen la gran suerte de caer en manos de un maestro de mente tan privilegiada y muñecas tan dulces.

El toro que abrió la corrida tuvo nobleza pero andaba no sobrado de fuerzas. La receta del valenciano con estos toros es la de siempre: no cortarles jamás el viaje, llevarlos hacia delante siempre, no darles ningún tirón y correr la mano sin dejarse tocar el engaño. Así fue afianzando primero, y después encelando, a ese astado, que acabó como la seda.

Fue esa una faena de mucha belleza, porque la naturalidad y la elegancia de este torero es proverbial. Ponce lo enganchaba y componía con él, en un trasteo siempre a más, de mucho ritmo.

El cuarto aún tenía menos fuerzas y fue muy protestado por el público, con toda justicia. Pero ahí estaba ese torero tan bueno, que se inventó una faena con las mismas premisas anteriores, premiada con dos orejas clamorosas, con el remate de la poncinas, esos ayudados de rodilla genuflexa que son la guinda de las buenas faenas de este artista.

A Antonio Ferrera se le quiere como a pocos toreros en Olivenza,. En este ruedo ha dado lo mejor de sí mismo y ayer lo hizo en dos faenas muy suyas, en las que el sentido del temple, muy acusado, le permitió lucir dos toros de muy buena condición y a los que hizo ir a más. Fueron los suyos dos trasteos largos, muy ligados, rematados los dos en la corta distancia, con mucha verdad.

Completaba el cartel Roca Rey, que nunca defrauda. El suyo fue el lote menos completo, a pesar de que sus dos toros resultaron manejables. Con gran decisión y con la verdad que da torear con ajuste, también con una verticalidad muy personal, el peruano tapó defectos cuando hizo a su primero ir a más. Tenía tendencia a quedarse cortó y el torero consiguió llevarlo largo, sobre todo con la mano zurda. Al sexto le faltaba ritmo pero él puso la colocación y el aguante para sacar muletazos muy estimables.