Una vaca, propiedad del vecino de Monesterio Rufino Garrote, alumbró un becerro con dos cabezas, que pese a resistir todo el embarazo y nacer totalmente formado, no logró sobrevivir al parto. Aunque no se trata de un caso excepcional, para Rufino, que actualmente tiene 80 años y lleva más de 50 trabajando como ganadero, es un acontecimiento más que extraño pues es la primera vez que ha asistido un parto tan insólito como este.

Alertado por lo dilatado del alumbramiento de esta vaca, Rufino ató el animal a una higuera. «Metí la mano y sentí que el becerro estaba vivo, se movía y traía las manos hacia delante», con lo que todo apuntaba a que se trataba de un parto normal, explica Garrote, quien utilizando una cuerda tiró de la cría con todas sus fuerzas, hasta que logró el alumbramiento de este becerro. Su sorpresa fue mayúscula. El animal, totalmente formado, presentaba una anomalía genética nunca antes vista por este veterano ganadero. «Traía dos cabezas exactamente iguales» nacidas del mismo tronco. El animal murió nada más nacer, probablemente, por la malformación que presentaba. Rufino nunca olvidará el momento de este inusual parto. Cristina Hermoso, veterinaria de Monesterio, explica que «habitualmente estas anomalías suelen darse por efectos de la consanguinidad en la productividad de los bovinos» y la cría suele morir en el útero materno.