Aunque la tarde no fue triunfal, pues Antonio Ferrera se fue de vacío y Ginés Marín sólo pudo pasear una oreja, no por eso la tarde oliventina dejó de tener interés. Sucedió que el juego de los toros no fue el deseado, aunque hay que decir que los toreros estuvieron muy por encima, y sobre todo, hubo detalles y se vivieron momentos que confirman la grandeza del toreo

En tercer lugar saltó al ruedo Mojadillo. Era un toro lindo, cárdeno de capa, un punto veleto pero estrechito de sienes. Era un dije, pero caramba con el dije, porque ya de salida tobilleaba, reponía y se acordaba de lo que dejaba atrás.

Y en eso que se cambió el tercio y salió como picador de turno José Maria González, un piquero muy joven. Pues bien, fue el suyo un gran puyazo por cómo echó el palo y por el sitio en el que cayó, justo antes del hoyo de las agujas, dónde termina el morrillo. Si alguien se pregunta dónde hay que picar los toros, hay que decir que es justo dónde picó José María, donde a los toros se les sangra pero no se les quebranta con puyazos traseros, o en la paletilla.

Fue Mojadillo un toro complicado en la muleta de Ferrera. Tenía sentido, de los que, como decía el inmortal ganadero, piden el carnet de identidad. Y Ferrera se lo enseñó. A otro torero se lo habría comido, pero no a Antonio. No hubo belleza en esa faena, pero qué verdad y qué emoción tuvo esa lidia. Esté usted orgulloso, Victorino, y allá los toreros que no gusten de este tipo de toro. Que sepa usted que los aficionados le seguimos recordando. Y ovación a Antonio que, si no hubiera estado tan desacertado con la espada, habría cortado las orejas en premio a sus condiciones de lidiador y a no volver jamás la cara a un toro, tan toro, tan guapo y tan de verdad.

Lo otro meritorio de la tarde corrió a cargo de Ginés Marín, que paseó un trofeo tras cuajar con capote y muleta al segundo de Garcigrande, un toro que tuvo nobleza y al que hizo una faena cadenciosa, bella por momentos. Enganchaba el paisano al animal por delante, se lo traía, acompañaba la embestida con el cuerpo y remataba dónde da el brazo, ligando las tandas. Mató guapamente en la suerte de recibir y el premio fue justo.

El resto de la tarde tuvo poco historia. Saltaron al ruedo dos toros de Zalduendo, feo y basto el primero y más en tipo el sexto, tal para cual los dos porque sólo tuvieron medias embestidas, y otro de Domingo Hernández al que Ferrera le hizo una faena larga, también mal rematada con los aceros.