Los refranes son expresiones de la sabiduría popular. Este año ha llovido como no se conocía desde hace mucho tiempo. Pero ¿por qué abril, aguas mil? En invierno la situación climática suele ser bastante estable: el sol calienta poco, el aire y la tierra están frías. Lo mismo ocurre en verano, pero a la inversa. ¿Y qué sucede en primavera? La tierra aún conserva el frescor del invierno, pero hemos pasado el solsticio, lo que significa que hay más horas de sol que de sombra y por tanto entramos en la parte del año que más calienta nuestro astro rey.

Con el calor, sube el aire que es reemplazado por nuevas masas venidas de otras zonas. Si son vientos del Oeste, llegan con pesadas nubes que descargaran en nuestros campos al encontrarse con un frente frío. En algunos puntos, como Navalvillar de Ibor, cayeron 82 litros por metro cuadrado el pasado día 31.

Son muchos los factores que entran en juego, lo que dificulta la previsión meteorológica, por eso nunca hay dos primaveras iguales, aunque en general sea la estación más lluviosa del año. Yo, como naturalista, me gusta conocer cómo se anticipa la naturaleza y se prepara.

En efecto, las plantas y los animales llevan cientos de millones de años en esta tierra antes que nosotros y saben que no deben dejar pasar esta oportunidad. Es la fiesta del agua. Tras el letargo invernal, los árboles necesitan cubrir su desnudez y así, con el agua y el sol, pueden desarrollar los nuevos brotes y vestirse rápidamente de hojas para que el sol del verano no queme y seque el suelo. Las encinas, de hoja perenne, aprovechan esta época para crecer y florecer.

La candela o flor de encina da un aspecto juvenil y alegre a nuestras dehesas. Los animales también tienen en cuenta esta época de abundancia de agua y comida. Es el tiempo del cortejo y de la nidificación.

Todo el campo se convierte en un paisaje sonoro. Por tanto, cuando oiga esto de la primavera la sangre altera, tenga en cuenta que se lo debemos a las benditas aguas que caen por estas fechas.