El Peropalo de Villanueva de la Vera (Cáceres) vuelve a ser ajusticiado por un jurado de vecinos y ante miles de turistas, en un ritual ancestral que, un año más, suscita la polémica por el uso de un burro durante la fiesta.

La asociación El refugio del burrito, testigo presencial para velar por el bienestar del animal, ha criticado que lo que es "divertimento para algunos" y supone "estrés, sufrimiento, riesgo de rotura muscular, heridas, colapso o daños cervicales", entre otros, para el burro que es usado en el desfile, "entre muchedumbre, calles estrechas y empedradas y tiros al aire".

Ha lamentado que el Ayuntamiento de Villanueva de la Vera "incumple sistemáticamente, año tras año, la Ley de Protección Animal de Extremadura", y que ya "ha habido lesiones sufridas por los burros que podrían incurrir en un delito de maltrato animal".

La fiesta del Peropalo, de Interés Turístico Regional, consiste en la condena y muerte de un muñeco de tamaño natural y recibe desde hace años la crítica de grupos conservacionistas que consideran que se maltrata al burro usado para transportar al mozo en la Corrida de elecciones.

En los últimos años, las críticas de conservacionistas se han minimizado gracias a la campaña informativa del ayuntamiento para dar a conocer que el animal, que es reconocido por un veterinario al finalizar su paseo por las calles, "no sufre daño alguno durante la fiesta".

Aunque el martes de carnaval está considerado el día grande de la fiesta, comenzó el domingo de quincuagésima con el traslado del Peropalo, confeccionado secretamente días antes por los peropaleros, a la plaza de la localidad, donde fue colocado sobre una aguja entre quejidos y repiqueteos de tambor para después bailar a su alrededor.

Durante el fin de semana, el malhechor ha sido repetidamente paseado a hombros de sus "simpatizantes" con un claro sentido vejatorio, escarnio que finaliza cada año con el ritual conocido como la judiá.

Este rito consiste en la colocación de los peropaleros y sus acompañantes en dos grupos -uno partidario de condenarlo y otro de liberarlo- situados en frente, que al son de un tambor se cruzan al tiempo que el Peropalo es inclinado hasta casi rozar el suelo.

Varias veces se repite esta acción, que finaliza con la agrupación de los participantes alrededor de los que portan el muñeco para simular un linchamiento público como premonición de lo que ocurre con la denominada Corrida de elecciones.

El jinete que representa al condenado sale del ayuntamiento con la cara tiznada a lomos del burro y ambos serán paseados por los peropaleros al ritmo del tamborilero y disparos de salvas.

Por la tarde se celebra el ofertorio, durante el cual se recogen las aportaciones económicas de vecinos y visitantes, quienes reciben los denominados "aporreos" de los calabaceros.

El ritual concluye con la muerte del Peropalo, que finalmente es manteado y quemado entre salvas y simulados llantos y alegrías.