Ni el frío, ni la amenaza de lluvia impidió ayer que los montehermoseños sacaran en procesión a San Blas, una imagen que estuvo custodiada por los ocho Negritos y el Palotero , que bailaron sus 17 danzas encabezando la procesión al ritmo del tamboril. El gran atractivo que suscita la fiesta, impulsada aún más desde que el año pasado fuera declarada de Interés Turístico, hizo que la asistencia de público fuera numerosa a pesar de las inclemencias del tiempo.

Blanca Flor, que este año ha sido mayordoma por promesa, tuvo el privilegio de llevar durante unos minutos las andas que sujetaban el santo desde la ermita de San Bartolomé hasta la plaza de España."Hace unos años me operaron de la garganta, todo salió bien y quiero agradecérselo así al santo", explicó.

Misa, baile y cordones

Este año los montehermoseños han podido volver a celebrar la eucaristía en la ermita de San Bartolomé, un templo que ha estado tres años sin poder usarse a causa de su deterioro. "Con 150.000 euros de fondos de la parroquia y de Adesval se ha rehabilitado la ermita", explicó el alcalde, Carlos Labrador. Por otro lado, El palotero volvió a ser la figura más atractiva para el público, especialmente para los niños. César Garrido, que lleva 17 años representando este personaje, tiene una función clara: "Llevar el ritmo de los Negritos y portar los instrumentos que se usan en las danzas", comentó.

Tampoco faltaron los tradicionales cordones de colorines de los que se vendieron 4.000 metros de cuerda. Pilar Garrido fue una de las mujeres encargadas de venderlos. Por sólo 50 céntimos cualquiera pudo adquirir un cordón que una vez puesto alrededor del cuello le salva a uno de cualquier mal de garganta, un milagro sacado de la leyenda. "Se dice que un niño se clavó una espina en la garganta y el santo lo curó", manifestó Garrido.