Encontró por casualidad en la antigua tienda de Eloy Marcos unas velas de pura cera que le recordaban a su etapa de monaguillo, pero también halló entre otras reliquias sesenta cajas de cerillas que le transportaron a su niñez, a esos días de su infancia, allá por los años 60, en las que desarmaba las cajitas de fósforos para jugar a los santos con todos los niños del barrio. De esta forma, llena de sentimentalismo, fue como Felipe Sánchez Rincón se adentró en el mundo de las colecciones, para en la actualidad recopilar todos aquellos objetos que le identifican con su niñez, como álbumes, platillos (chapas de bebidas) o tebeos, aunque sólo le interesa el periodo que se corresponde con la infancia y los tiempos que vivió.

Las trojes

Acapara su atención todo lo que tiene que ver con el pueblo de Navalmoral. Dice que es muy difícil coleccionar objetos de antaño de esta localidad, ya que la mayoría se guardaban en las trojes de las casas de los abuelos, que con la modernidad fueron desalojadas, y por consiguiente se perdieron.

Entre sus colecciones preferidas se encuentran las cajas de cerillas decoradas por una parte con dibujos de vivos colores de animales marinos, banderas o vestimentas militares, mientras que por el otro se podían leer las características de la fauna o los países. Por eso, Felipe sostiene que el valor de esas cajas era "sobre todo educativo, además de lúdico". Hasta ahora ha logrado 500 cajas con sus cerillas auténticas y le resta por hacerse con unas cinco series completas. Otras de sus preferidas son las postales de lugares de Navalmoral; hasta ahora ha recogido mil trescientas tarjetas. Afirma que su coleccionismo se centra en el localismo y en todo aquello que un día le dio la felicidad, por lo que le interesa todo lo propio de Navalmoral anterior a 1970, desde documentos, a revistas y radios de la marca Pive que se fabricaban en el municipio. Incluso conserva un ejemplar del periódico El Moralo de 1941.

Su labor de recopilación se basa en llamar de puerta en puerta y preguntar sobre todo a las personas más ancianas. Dice que aquí no está muy desarrollado el coleccionismo y que sólo conoce a otros cinco que se dediquen a las antigüedades. La ilusión por lo que le transporta al pasado le ha llevado tener que hacerse con otras pertenencias que le interesan menos, pero que utiliza para el posterior trueque o para venderlas y conseguir así los objetos de su devoción. Ha acumulado tal número de antigüedades que en la parte baja de su casa ha establecido lo que denomina el viejo bazar .