En Hervás se ha celebrado un Consejo de Gobierno. Sus miembros han disfrutado de una envidiable gastronomía, de la desnudez del famoso castañar y de las gentes de este pueblo encantado. Me imagino, estimado Juan Carlos, que cuando entrabas en el Valle del Ambroz, dejando a Plasencia a tu derecha, por la N-630, ya que en tren no puedes viajar hasta allí, comentarías con tu chófer la terrible sequía que estamos soportando, sobre todo, al ver la sequedad del subsuelo entre la famosa simbiosis del roquedal granítico y el arcornocal centenario de la dehesa placentina en las primeras curvas que dan entrada al Ambroz.

A lo mejor alguien te comentó que este valle atesora la mayor concentración de árboles notables, probablemente de toda Europa, ya que el fallecido Diosdado --tu presentaste el libro Arboles notables de Extremadura-- vivió, pateó y divulgó, en colaboración con la Junta, como nadie la notabilidad de esas gentes por haber sabido conservarlos. Gabriel y Galán con el embargo y varón. Tomarías buena nota de las autovías y autovías que jalonan este tramo de la N-630. Una llamada para atender al móvil, preparas tu abrigo y enseguida vislumbras al esbelto Pinajarro. Expectación, como siempre, en tu llegada, y ya estás en Hervás.

Pero en este viaje por el valle hay alguien que permanentemente te acompaña, te da su sombra y su historia. No habla, está mimetizado entre zarzas, rebrotes de robles y escorrentías desbordadas. Quizás, cuando eras más joven, disfrutastes de él en algún viaje a Salamanca. Intenta decirte algo, le tienes muy cerca, a tu derecha, pero... lleva tantos años callado. El consejo de Hervás, dicen los periódicos, ha concluido con el anuncio de medidas importantes para los ciudadanos. Presidente, los ciudadanos del Ambroz queremos que el Tren Valle del Ambroz vuelva, tu mudo acompañante, vuelva. Te lo hemos pedido tantas veces. Te vas acercando a Aldeanueva, ya no pasas...la autovía. Preguntas por los tres pueblos que hay colgados en la montaña, te suenan sus nombres, pero nunca aciertas a colocarlos por orden. Son Casas del Monte, Segura de Toro y Gargantilla... y piensas lo que piensas siempre: ¡joder, con tantos años que llevo en esto y aún no los he visitado! De sus sierras bajaron las traviesas de roble y a sus gentes les expropiaron los terrenos para construir el camino de hierro. Presidente, dos cosas: el tren y la visita. Por cierto, el cabrito de Segura del Toro, insuperable.