TVtarios ciudadanos de Coria han recuperado una cruz de obvias y tristes connotaciones para los españoles, no sólo los españoles de Coria. Se trata de la Cruz de los Caídos, así llamada e instalada en los jardines de la ermita de la patrona de Coria, la Virgen de Argeme. Al parecer, la cruz llevaba en un almacén el tiempo necesario para que el olvido hiciera efecto, y lo había hecho. Ahora, una hermandad -da igual si de cofrades, de donantes de sangre o de pescadores- la ha instalado en unos terrenos cuya propiedad, aun cristiana, es privada, aunque resulta visible desde muchas partes, como la cruz del mismo nombre que hay entre El Escorial y la Sierra de Guadarrama. La razón de volver al enclavarla (el verbo hace daño) es por su significado religioso, concretamente cristiano, pero es una razón poco convincente: hay tantas cruces, de tantas formas, de tantos tamaños... Incluso iguales a ésa, pero no ésa.

Precisamente el que sea ésa, pudiendo ser otra, hace pensar que su recuperación no es inocente. Sólo la provocación, dicen unos. O la añoranza, dicen otros. No parece una cruz cualquiera, a tenor de los comentarios. Y así es. Esa cruz no es ya un símbolo religioso, sino político: representa un momento de la historia de España muy concreto y muy cargado, el que siguió a la muerte de un millón de españoles, y los sentimientos subsiguientes.

Es la cruz que eligió para sí una de las partes, y en memoria de los que murieron de su lado. Era su cruz, y no la de todos. Más aún: lo será ya siempre. Por lo tanto, su exhibición tampoco podrá ser ya nunca religiosa. Dejó de ser religiosa desde que comenzó a ser la cruz de unos: pocos o muchos. Es decir, desde su diseño. Ninguna otra cruz evoca sucesos que no tengan que ver con la religión. Esa cruz, sin embargo, evoca sucesos muy precisos. Para cualquiera. E incluso para quienes evoca hechos estrictamente religiosos evoca también lo otro, unido. El acto de recuperarla ahora es una de esas gratuidades que sólo parecen buscar la ofensa o, peor, su reacción. No es inocente, no. Pero sobre todo es de mal gusto.