Una docena de cabras con las ubres amputadas, un reguero de sangre en el interior del redil y algunos cabritos cojeando, con una pata rota. Esa fue la espeluznante estampa con la que se encontró ayer por la mañana Jaime Sanguino, un vecino de Arroyo de la Luz, en su explotación. Eran poco más de las ocho y media de la mañana cuando este jubilado de 65 años llegó, como cada día, a la finca que tiene a la altura del kilómetro 4,7 de la carretera CC-87 que une Arroyo de la Luz con Aliseda. Allí pasa buena parte del día entretenido en el cuidado de estas cabras, un pequeño rebaño de ovejas y algunos cerdos.

"Era una imagen desoladora, cruel", señalaba Javier Sanguino, hijo del propietario, que llegó a la finca media hora después y se extrañó de ver a todos los animales sueltos. Unas horas más tarde, aún no se explicaba cómo alguien podía haberse ensañado de tal forma con los animales en esa noche. Tampoco podía creerlo el veterinario de la explotación, Alfredo Martín. "En 18 años de profesión, jamás me había encontrado algo así", señalaba ayer. El se ocupó de sacrificar a todas las reses con amputaciones --todas a excepción de las cuatro crías-- porque, según explicó, los daños eran irreparables y estaban sufriendo. Les aplicó una inyección letal.

Desde el pasado mes de noviembre esta familia ha interpuesto cinco denuncias por distintos daños en esta propiedad, aunque hasta ayer solo se trataba de daños materiales. "Nos han cortado las vallas en varias ocasiones, pero esto es un paso más", señalaba ayer tras interponer una nueva denuncia ante la Guardia Civil, que inspeccionó el lugar de la agresión y tomó fotos del recinto.

La familia sospecha que el autor de los daños materiales y el de la carnicería de ayer pueda ser el mismo. Sin embargo Javier Sanguino no se atreve a dar el nombre, pero lo tiene en la cabeza, porque tales actos "vienen precedidos de amenazas", según explicó el joven. Reconoce que tiene miedo de que el agresor dé un nuevo paso adelante en su barbarie.