Morada fue la camiseta de Leire Martínez durante la primera hora del concierto que La Oreja de Van Gogh ofreció el viernes por la noche en Navalmoral. Ataviada con un color espiritual, digno de recogimiento, la nueva vocalista del grupo donostiarra comenzó la actuación demostrando el poderío de su voz, su fuerza y vigor. Lo hizo con temas intimistas, instrumentales, con canciones como Más o Sola, de su último trabajo. Era la parte melódica del espectáculo, con canción de Xabi (teclista) dedicada a su novia incluida. En estos primeros acordes, cuando el público aún estaba frío, Leire (en quien estaban puestas todas las miradas) demostró su talento musical, todavía bajo la alargada sombra de su antecesora ante el micro, Amaia Montero.

Puede ser cuestión de experiencia, pero lo que es seguro es que hubo un comentario repetido entre los escasos 2.000 espectadores congregados en el campo municipal de deportes (la organización esperaba entre 2.500 y 3.000) : ¿Cómo hubiera sido con Amaia? La todavía falta de solera en la voz de Leire hizo inevitables las comparaciones. No hubo ganadora clara.

Una vez soltada la voz tras una hora de música, Leire se cambió de camiseta y el intimista morado dejó paso a un color negro asociado con la fuerza y los ritmos más rockeros de la segunda parte de la función. Fue entonces cuando se oyeron las canciones de anteriores etapas que llevaron al grupo donostiarra a los primeros puestos en las listas de éxitos. Canciones como Cuídate, París o La canción más bonita del mundo hicieron botar a Leire y a todo el público, que ahora sí canturreó las canciones.

Atrás quedaron los primeros compases en los que la implicación y conocimiento de los temas por parte de los espectadores era directamente proporcional a su distancia al escenario. En las primeras filas, lógicamente, estaban los incondicionales.

Casi dos horas después del inicio, todos terminaron entregados: músicos y público. Sólo faltó que Leire se acabara de soltar el pelo, que literalmente se quitara la coleta, para que la brisa que acompañó a la noche morala también se moviera al son de la música.