TCtuentan de él que era un buen mozo: alto, rubio, sobrado de labia y camelador. Pero se quedó a la luna de Valencia. No conservó la dignidad del "Ti" porque fue solterón toda su vida. Solo era Valerio Corrales Montero, chalán y, por mote, "Carioca". Fue el primer presidente de una atípica peña que surgió por los años 80 del pasado siglo, de la que este arador de folios fue también secretario un puñado de años. Peña autogestionaria, donde todo se decidía en asamblea, engendradora de las Fiestas del Emigrante y de otros mil eventos. Recuerdo a Valerio, megáfono en mano, convocando a los vecinos. Siempre remataba sus palabras con la canción de "La Ramona" y con aquel sonsonete de "Pantalón de pana, remiendu en el culu, ehtremeñu siguru".

Cierto es que, en otras partes, también gastarían panas y remiendos, pero Valerio echaba mano de un típico tópico. Muchos hemos conocido tan remendadas telas en esta Extremadura que, mañana, celebra su Día Grande; una región cuyo nombre no surge jurídicamente hasta 1653 y no alcanza su formal conformación hasta la creación de la Provincia de Estremadura, en 1785. En 1833, el político Javier de Burgos, a ojo de buen cubero (por no decir otras barbaridades), establece la actual demarcación de provincias. El desbarajuste histórico-geográfico quedó servido. Así --valga el ejemplo--, Las Batuecas y la alquería de La Rebollosa quedaron desgajadas de Las Hurdes y pasaron a Salamanca. Tampoco se perdía mucho, ya que oí a muchos hurdanos entrados en edad aquello de "ni ehtreméñuh ni cahtellánuh; sémuh jurdánuh". Y siempre prefirieron, en la siega, a los amos castellanos que a los extremeños. Y su Virgen fue, a lo largo de la historia, la de la Peña de Francia y no la de Guadalupe.

XMAÑANAx es el Día de Extremadura, la de los Conquistadores pero con muchos derechos por conquistar y la de la famosa décima del clérigo Gregorio de Salas, que habló del espíritu desunido de los extremeños y dijo que venían a ser, por pereza, los indios de la nación. Desunidos, tal vez, pero lo de indios perezosos es toda una falacia, ya que los extremeños de a pie lo único que han hecho toda la vida ha sido trabajar de sol a sol, explotados miserablemente por caciques y terratenientes absentistas. Bien lo reflejó Felipe Trigo en su "Jarrapellejos". Y ahí está la película de "Los Santos Inocentes". Celebran el Día Grande en una región que en realidad desconoce la letra de su himno y, en muchos casos, hasta los chipirifláuticos colores de su bandera.

Algunos, que nacimos en esta tierra de encinas centenarias, tan solo creemos, como Baudelaire, Rilke y Saint-Exupery, en las patrias infantiles, tal la que vio crecer a Valerio "Carioca". Nos sobran las demás fronteras y otros fervores que convierten "el patriotismo en el último refugio de los infames", como acertadamente afirmó el anarquista August Spies.