Después de casi tres años sin los monjes jerónimos en el Real Monasterio de Yuste, por fin, a finales del pasado mes de febrero, de la pequeña chimenea de la actual cocina que se utiliza en el cenobio verato comenzó a salir la fumata (blanca, o negra, que para el caso es igual) que indicaba que entre las seculares piedras imperiales y monacales había vida.

Habemus monjes (monachos: persona solitaria), pocos, dos, polacos, concretamente de Varsovia, Pawel Stepkowski, que para entendernos en román paladino se ha rebautizado como Pablo, y Rafal Zawada, ahora Rafael. Por lo visto a los dos les ha costado trasladarse a estas tierras, que se les antojaban secas y amarillentas donde se hablaba una lengua extraña.

Pero, claro, como suele suceder en estas comunidades religiosas, manda el prior o vicario general de la orden, en este caso denominada paulina, el polaco Arnold Chrapkowski, que les ordenó trasladarse casi a tres mil kilómetros de su país. Y ahora, después de conocer La Vera con sus bellos paisajes, sus cielos tranquilos y el sonido del agua (más con la que está cayendo estos días de diluvio), y aprender el español, la cosa va cambiando.

La orden paulina, de hábitos blancos, nació en el siglo XIII y ahora administra cincuenta monasterios, con quinientos monjes que se reparten entre distintos países de Europa, Estados Unidos, Australia, Camerún y Sudáfrica. Y según una nota de la Conferencia Española de Religiosos, en España existen treinta y seis monasterios de monjes y ochocientos cuarenta y uno de monjas, que acogen cuarenta y seis mil quinientos veintisiete monjes entre hombres y mujeres. Entre esos monjes figuran los jerónimos de Santa María del Parral (Segovia) donde se han reagrupado los once últimos que restan en España.

Y como esta nota no da para más, ya les contaremos otro día otros temas de interés de esta nueva orden paulina, ya que siempre es bueno conocer a nuestros vecinos, sobre todo estos forasteros, compatriotas del fenecido Juan Pablo II.