Los sentimientos profundos suelen arrasar con el pudor de todos. El pasado día 20 falleció mi madre, Julia Collazos García, en la Residencia Asistida ‘El Cuartillo’, agradeciendo desde este medio de comunicación la atención que el personal de dicho centro ha dispensado a mi querida madre.

Su alegría y su armoniosa manera de estar en el mundo la protegieron de las tragedias que le tocó vivir. Tenía mucha fe, fue muy amada por su familia y vecinos, pues quería a la gente y vivía con el corazón en la mano como una lámpara encendida, luminosa, generosa de su luz. Era decidida y valiente. Resultaba muy fácil hacerla reír. Vivir con ella era una bendición, hasta que se puso muy enferma y no tuve más remedio que ingresarla en la Residencia. Murió sin haberse creado ningún enemigo y sin haberle negado nada ni a sus hijos ni a nadie que se le acercara con alguna necesidad.

Procedía de una familia de Monroy. El hecho de haber nacido en este histórico pueblo lo atribuía a su “buena suerte” pero yo creo que era la respuesta exacta a la emanación amorosa de su espíritu, que ella daba de su ser al mundo sin fallar nunca. A la gente que la sirvió la amaba con delirio. Más bella que su belleza era su bondad alegre y tierna, esa bondad que la sustentaba y que era el eje central de su alma niña, sin intenciones ocultas ni laberintos, pura y centelleante, como sus ojos, que lanzaban destellos y donde asomaba a veces una hondura que traspasaba el corazón.

Constantemente recibo ecos de su paso por la tierra, me parece que no se ha ido, un continuo de alabanzas y cariño verdadero que me consuela a la vez que me genera nostalgia y me enorgullece. Tal vez lo hago por el grandísimo privilegio de haberla podido conocer, amar y ser amado.

Mi agradecimiento a familiares y amigos, a la Casa Rural La Bodega del Herrador, a la Asociación Cultural El Bezudo y a mis vecinos de Monroy y autoridades que acompañaron y me dieron fuerzas en tan duros momentos. JESÚS BAÑOS COLLAZOS