La empresa Fuentecapala de Navalmoral de la Mata, una de las industrias del sector textil más grandes de Extremadura y que se fundó en 1963, hace justo 50 años, plantea un plan de viabilidad que culminará con el cierre de sus puertas. Una decisión que afectará a 140 trabajadores, de los cuales la mayoría superan los 40 años y que se materializarán en despidos siempre, claro está, que a ninguna de ellas se les ofrezca otra salida laboral.

El cierre, del que no se conoce la fecha en la que se hará efectivo, todavía no ha sido comunicado de manera pública por parte de la empresa que ayer optó por no pronunciarse sobre este asunto, aunque sí la han transmitido ya, al menos de manera verbal, al comité de empresa y a los representantes de los trabajadores, en este caso, CCOO y UGT.

Precisamente, la secretaria general del Sector Industrial y Textil de CCOO, María Dolores San Miguel, fue una de las personas que asistieron a dicha reunión. En su caso, además, reconoce que esta decisión "que no se esperaba", dijo, le afecta doblemente. "Llevo trabajando cuarenta años en esta fábrica y hemos llegado a ser 250 empleados, vamos a luchar porque la empresa no cierre", advirtió.

Por su parte, Leocadio Núñez, secretario de la Federación de Industrias y Afines, también estuvo en el encuentro y confesó que el anunció del cierre de la fábrica, "no nos los esperábamos, nos sorprendió", reconoció ayer. Núñez fue más allá y, en su opinión, "no hay motivos suficientes ni económicos ni de producción que justifiquen el cierre". De hecho, recordó que el Ministerio de Trabajo ya declaró desfavorable el segundo Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que la empresa trató de llevar a cabo el pasado año, un asunto que ha metido a la empresa y sindicato a una guerra en los juzgados que está pendiente que resuelva el Tribunal Superior de Extremadura (TSJEx). Núñez no quiso pasar por alto el papel de los políticos y recordó que empresas como la de Fuentecalpa se acogen a elevadas subvenciones que conceden las administraciones públicas por lo que deberían de evitarse este tipo de finales donde más de un centenar de personas se van a ir al paro.

DE MAS A MENOS La industria morala ha llegado a contar con una plantilla de 250 trabajadores, que especialmente en los últimos años se ha ido desinflando. De hecho, para llegar hasta aquí, los directivos de la empresa ya han pasado por momentos complicados como el vivido en el 2009, año en el que la firma presentó un ERE que afectó a sesenta trabajadores, una medida que originó un importante conflicto laboral y una huelga que llegó a paralizar la producción. No obstante, en octubre del año 2010 se alcanzó un acuerdo que afectaba a noventa trabajadores, entre prejubilaciones, suspensiones temporales de contrato y reducciones de jornada.

Pero, meses después, concretamente, en septiembre del 2012 la empresa planteó un segundo ERE temporal, por el que un centenar de trabajadores dejaría de trabajar durante dos meses. La veintena de empleados restante que siguió yendo a trabajar diariamente se ocuparon de labores de administración y uno o dos trabajadores por departamento para atender los pedidos en marcha. Cuando acabó la vigencia de este expediente, los representantes de los trabajadores calcularon que entonces no había carga de trabajo para más allá de dos o tres meses. En cualquier caso reconocieron que los despidos eran inminentes, toda vez que la producción había bajado de forma considerable en los últimos meses, bajando de las 400 prendas diarias a menos de 50.

Fuentecapala ha sido, hasta el momento, una de las firmas señeras del mundo de la moda en la región, tanto masculina como femenina. A su sede en Cáceres, se suman las fábricas de Madrid y Barcelona. Además, es la única firma de moda masculina que ha presentado una colección de moda nupcial de hombre en la Pasarela Gaudí Novia, en la que han desfilado, entre otros Antonio Carmona y Elisabetta Gregoraci, y desde hace años es proveedora oficial del Atlético de Madrid. Durante años ha sido una firma de alta sastrería masculina avalada por más de cuarenta y siete años de vocación de las tres últimas generaciones de la familia Vargas.