El termómetro por los suelos en el pueblo más alto de Extremadura. Una tradición que se pierde en los tiempos. «A los 20 de enero cuando más hiela, sale un capitán fuerte a poner bandera», tararean las mujeres mientras cosen las miles de cintas de colores a los trajes, y los hombres preparaban las genuinas máscaras y cachiporras. Ayer fue 19 de enero, primera salida de Jarramplas. Lo hizo de mañana para recibir las primeras lluvias de nabos que caían como proyectiles. La fiesta en honor a San Sebastián había comenzado.

El legendario personaje de Jarramplas ha vuelto a pisar las calles, mojadas por la lluvia y barriadas por el frío invernal. Este año se han preparado más de 26.000 kilogramos traídos desde La Vera cacereña para lanzarlos sobre su cuerpo, protegido con una máscara y una armadura de fibra de carbono. Miguel y Adrián Moreno comparten este año la figura de Jarramplas. Por primera vez en su larga historia coinciden padre e hijo.

Las bajas temperaturas presentes, como cada año, en esta fiesta, no han impedido que la afluencia llegara ayer a las 7.000 personas según las estimaciones del alcalde, Ernesto Agudíez. Son muchos los visitantes que se acercan a conocer esta cita declarada desde hace cinco años de Interés Turístico Nacional.

Lo pagano y lo divino se dan la mano para festejar al santo, San Sebastián y al mito, Jarramplas, en el vía crucis de la comitiva popular, llevando preso a Jarramplas para ajusticiarlo, mientras se ensalzan las hazañas del Santo, como si de un auto de fe de la Inquisición se tratara.

Hoy la furia del pueblo ante el legendario ladrón caerá de nuevo en forma de nabos durante sus salidas. También tendrá lugar la celebración de la misa mayor, la procesión, las roscas, y ya por la tarde se producirá la última salida de Jarramplas.