La crispación de la ciudadanía crece cada día dolorosamente. Al indigente se le castiga con vehemencia, con exceso, por apropiarse de una tarjeta bancaria que encontró fortuitamente y que utilizó para hacer unas compras por necesidades perentorias para poder alimentar a sus hijos. Desconozco si tenía antecedentes penales, pero dos años de cárcel es excesivo. Sin embargo, en el otro extremo de la realidad social, nos encontramos con unos 300 políticos imputados con cargos de prevaricación, falsedad documental, malversación de caudales, blanqueo de capitales, cohecho, etc.

Y, mientras que escuchamos los relatos de sus tropelías, el sistema judicial parece ir parsimoniosamente avanzando en las diligencias de análisis.

Excepción es el caso de Díaz Ferrán que no ha podido llevarse los lingotes de oro a las rejas pero sí ha dejado a miles de familias en la calle. Muy flagrante ha debido ser lo que ha hecho con su esquema de testaferros que se ha desmoronado y con la poca decencia de aleccionarnos en la filosofía de trabajar más y ganar menos; siendo la suya la de no trabajar honradamente y robar más y más.

Nuestro duque de Palma continúa con un título que debería denotar alto rango y honradez. Su señoría, el juez Castro , ha de tener, junto a la Fiscalía Anticorrupción, una oportunidad áurea de demostrarle al mundo que la Ley existe.

En cuanto al ex tesorero de las arcas del partido azul, cuyo patrimonio dinerario transfronterizo en el país de los mejores relojes, es asombrosamente inconmensurable. Y lo ha hecho representando a un partido político que nos predica que la austeridad y la contención del gasto público es la única solución para escapar de la crisis. ¡Señor, Bárcenas ... a todos nos gusta ir de copas y lujosas cenas!, pero no a costa de la usurpación, de la malversación y de pagos encubiertos, porque el juez acaba enterándose aunque haya tenido la prebenda de acogerse a la amnistía fiscal hecha a la carta para usted. ¡Transparencia y justicia, siempre!