TCtuando Carme Chacón cruzó el charco para dar clases en Miami, sus seguidores se plantearon tres cuestiones: que cayese en el olvido y perdiese la opción de luchar por encabezar la próxima candidatura socialista; cuál sería el púlpito desde el que dirigir sus mensajes una vez estuviese de vuelta, y quién sería el azote de Rubalcaba. Con los últimos movimientos socialistas: ¿ayudará Susana Díaz a dar respuesta a éstas?

Pocas semanas como cabeza del gobierno andaluz le han bastado a Díaz para ofrecer un gran pacto al presidente del Gobierno para dejar de lado la corrupción en el juego político. Y aquí empieza la especulación: ¿Busca un pacto real con el PP, o restregarle a Rubalcaba lo que de puertas para dentro se dice en el PSOE; recordarle que solo veintidós votos le dieron la victoria en el último congreso o, simplemente, impedir el deterioro político que provoca el caso de los EREs en Andalucía?.

Pocas horas después se produjo la comparecencia de Rubalcaba pidiendo, desde la sala de prensa del partido, que se diferencie entre lo que se hace desde la formación política, y lo que es el juego institucional. Con las siglas políticas como escenario reclama su independencia como jefe de la oposición en un momento en el que la sociedad ha dejado de verle como tal, y cuya imagen pasa por ser la de un político decadente que se amarra a las riendas de un partido que clama por su salida.

Ni las victorias son siempre dulces, ni las derrotas amargas. Rubalcaba, airoso entonces por la suya, hoy agoniza políticamente, mientras asume que ya nunca será presidente del Gobierno; y Chacón, alejada de la crisis interna del partido, mantiene la imagen de la joven que pasó revista a las tropas estando embarazada, y la que se lanzó a la pugna con uno de los miembros históricos de su partido. Los vencedores serán los que cuenten la historia, ¿Estará en sus manos contar la del socialismo español del siglo XXI? O, dejando de lado todo lo anterior ¿la intentará escribir Susana Díaz?.