Llega el tiempo en que se celebraban las tradicionales matanzas caseras, que fueron decayendo en los años 80. Malpartida estaba entre los pueblos que mayor número de cerdos sacrificaba entre los meses de noviembre a enero, al menos un animal por vivienda, y en muchos casos dos, era despiezado por los matanchines para embutir los chorizos, lomos, patatera, morcillas y poner a curar los jamones.

Esta chacina ocupaba gran parte de las alacenas, metidas en tinajas de barro una vez curadas para su conservación, sirviendo de sustento durante todo el año. Pero no únicamente se consumían los productos elaborados con el cerdo en el pueblo. Como algo sagrado, las madres decían: "Voy a Correos con este paquetino para mi hijo que está en la mili".

Las matanzas tenían también algo de hermandad, ya que para ayudar en la faena intervenían familiares y amigos. En Malpartida el matanchín por tradición, que recibió la alternativa de su padre, fue Pedro Chaves, que llegó a sacrificar hasta 5.000 cerdos. "Cuando murió mi padre, al repartir la herencia a mí me tocaron las herramientas. Tengo 10 tijeras y 25 cuchillos", explica. La figura del matanchín está hoy en peligro de extinción.