Extremadura es actualmente la queja del nacionalismo catalán en su reivindicación independentista, como lo fue Andalucía en la época de Pujol. No se trata de una metáfora: los nacionalistas catalanes, a derecha o a izquierda, no han aceptado nunca el sistema de financiación autonómica y, por encarnar el malestar, en tiempos de Pujol señalaban a Andalucía como responsable y, de Maragall a hoy, señalan a Extremadura, principal causante del expolio fiscal de Cataluña, que así lo llaman y que no es sino el argumento para construir la ficción independentista, la cual, por cierto, y como no podía ser de otro modo, se exhibe sólo como amenaza, amagando.

Es decir: Extremadura es hoy la justificación para el chantaje que el nacionalismo catalán practica cíclicamente al Gobierno (el que toque), al que amenaza con la independencia si no obtiene ventajas económicas, fiscales, etc., desde las pessetes de Pujol, durante más de 20 años, hasta la contraoferta atractiva que Mas espera recibir todavía de Rajoy, como reconoció el lunes.

La diferencia es que entonces bastaba un Pujol para insultar, que era su modo de señalar ("el andaluz es un hombre poco hecho", dice en su libro La inmigració: problema i esperança de Catalunya ), y en el caso de Extremadura hay un concejal Suñé, de ICV, un exdiputado Puig, de ERC, y un alcalde Trias, de CiU, sea para sugerir el apadrinamiento de niños extremeños o para decir que los extremeños son unos malnacidos (textual, malparits ). De estos tres partidos, ICV, ERC y CiU, ha surgido ahora, con fecha y pregunta, una consulta separatista que no es más que la respuesta desesperada del nacionalismo ante la evidencia de que ya no le es posible pedir y que automáticamente le sea concedido, según costumbre.

Sin duda, el presidente Rajoy, que no tiene necesidad de hablar catalán en la intimidad, agradecerá el debate que la consulta origine, por lo que tenga de distracción.

Pero el presidente Monago tendrá que aprender a decir algo más que collons .