"Aquí ya no se oye ningún pájaro, solo que motosierras", comentan varios vecinos de Villanueva de la Sierra que todas las mañanas salen a pasear por las afueras del pueblo. A pocos metros de allí, y a un paso de Santa Cruz de Paniagua, trabajan sin parar las cuadrillas de los operarios que Tragsa, Fomex y Direx han desplegado por el territorio para talar las 1.215 hectáreas de pinos afectados por el nematodo de la madera, Bursaphelenchus xylophilus .

El ruido de las motosierras es cada vez más estruendoso conforme uno va adentrándose en el monte, aunque las malezas y jaras apenas permiten ver con claridad a ninguno de los trabajadores. Sin embargo, poco a poco, y tras caminar varios metros monte abajo empiezan a verse a algunos operarios claramente identificados con cascos de color rojo sujetando las motosierras y algo más separados, por seguridad y ante la peligrosidad de las máquinas, a los otros compañeros que manejan las desbrozadoras. "No es un trabajo complicado, lo que ocurre que hay que andar mucho porque los pinos están muy separados" explica Rufino Martín, al mismo tiempo, que con sus manos protegidas con guantes, sostiene una motosierra, eso sí con el motor parado para poder conversar.

Uno a uno

"Primero cogemos trozos de terreno, lo que se llaman vaguadas, y vamos calle por calle para talar los pinos, nuestro objetivo es no dejar ninguno para atrás, talamos chicos y grandes", explica. Mientras, sus compañeros de grupo, les preparan el camino. "Las desbrozadoras van delante de nosotros quitando los pinos más pequeños y nosotros vamos detrás con las motosierras para talar los gordos", dice. Los pinos cortados con más de 20 centímetros de diámetro irán a parar a los maderistas, mientras que los árboles más pequeños, "los partimos en dos y tres trozos", apunta Paco, otro de los operarios, antes de arrancar su motosierra.

Para beber agua o tomar un tentenpié son los únicos ratos que se deja de talar o si no para reponer gasolina. "El primer día pudimos talar unos 100 pinos, a lo mejor hoy hacemos más monte, pero menos pinos, todo depende del terreno", matizan. Mientras, los vecinos de Villanueva y de Santa Cruz observan atónitos desde sus casas cómo el maravilloso paisaje que hasta ahora veían repleto de pinos, poco a poco se convierte en una cumbre sin color y por la que tendrán que pasar entre 10 y 15 años para que recupere su aspecto actual.