David Martínez tiene 19 años y antes de ser alumno de la Casa de Oficios Padre Leocadio de Alcuéscar trabajaba en un tienda de su familia en Cordobilla de Lácara. Ahora quiere formar parte de una cooperativa en la imprenta que la Casa de la Misericordia quiere abrir en Alcuéscar. Marta García, de 18 años, también quiere formar parte de este proyecto tras aprender durante el último año a diseñar, imprimir y encuadernar en el taller de impresión offset en hoja. "La experiencia ha sido muy importante para mí porque ya he aprendido un oficio", afirma la joven, aún sin el graduado en Secundaria.

David y Marta forman parte del grupo de 15 alumnos que ayer recibieron sus diplomas durante el acto de clausura de los talleres de formación para taponeros e impresores en la casa de oficios, unas instalaciones anexas a los edificios donde la Casa de la Misericordia de Alcuéscar, dirigida por los Esclavos de María y de los Pobres, cuidan de los abuelos y emplean a personas con discapacidad en centros especiales. "Con la casa de oficios conseguimos uno de nuestros fines, que es dar formación a los jóvenes para que sea su medio de vida", explica el padre Javier Roero, que lleva casi 30 años en Alcuéscar trabajando para ello.

Apoyada por la Dirección General de Formación y Empleo de la Junta, la casa de oficios tiene como fin principal la inserción laboral de estos jóvenes que residen también en las poblaciones cercanas de Carmonita y Rincón de Ballesteros. Todos tienen entre 16 y 24 años, con reparto de sexos por igual. "La idea es que pueda estar trabajando en el entorno de Alcuéscar", afirma Ana Barriga, coordinadora de formación, satisfecha con la respuesta de los alumnos a la doble convocatoria en la que, además de aprender a fabricar tapones de corcho, también han aprendido a recortar, apilar y escoger.

Un futuro mejor

Entre las máquinas de la imprenta, David, Marta y Azuquena Moreno, de 22 años y también de Cordobilla, sueñan con un futuro mejor. El último año les ha servido para hacer amigos y aprender un oficio con esfuerzo. Ezequiel Pérez, su monitor, sonríe. La casa de oficios ha sido un trampolín a la vida laboral. El padre Leocadio estaría orgulloso de ellos.