TEtscrito en una pared de mi pueblo, en las afueras, hay un letrero en el que pone en enormes letras rojas 'Vivan los Quintos del 75'. Los trazos nítidos de los caracteres parecen haberse escrito ayer, pero ya hace casi 38 años, si no me equivoco, que se escribió o se pintó, no sé cómo llamarlo, esta frase en la pared.

Y yo me he llenado de nostalgia porque aquella quinta del 75 era la mía, y la persona que escribió aquel letrero era mi amigo y estupendo compañero que hace muchos años dejó el mundo de los vivos. Y este recuerdo triste me ha llevado a otros pensamientos de la época, cuando entramos en quintas los mozos del reemplazo del 75.

Me acuerdo del domingo cuando nos tallaron, y la alegría que nos dio haber sido declarados soldados, y la felicidad que sentíamos dentro de nuestros trajes nuevos, fumando por primera vez en presencia del padre o de la madre, y bebiendo copas comos los hombres, mientras íbamos de bar en bar, tan inexpertos, tan atrevidos y tan lamentablemente borrachos al final. Después, el baile y la locura de la música, los primeros ligues y el hacer 'manitas', cuando bailábamos 'agarrados'. La fiesta de los Quintos seguía el lunes, y quizás toda la semana, y comíamos gallos en los bares al mediodía; gallos que habían sido maltratados por los Quintos más perversos o crueles, antes de ser ajusticiados y cocinados.

Cuando entramos en quintas los mozos del 75, cantábamos aquellas coplillas como Quinto peluso, no llores más, mira tu madre, mira tu novia, que alegres están o Qué humilde y qué triste estaba, debajo del cartabón, viendo que la talla daba , o aquí está la talla, aquí está el madero, donde nos tallaron, donde nos midieron, donde nos midieron, donde nos tallaron, donde nos hicieron de quintos, soldados .

Los quintos de 1975... ¡Cuántos recuerdos de aquella juventud, divino tesoro!. Y ahora, al pasear por las últimas callejas (como paseaba otro poeta con su burro) he visto el letrero de marras, como si estuviera recién pintado, de bermellón y nostalgia, en la semiderruida pared de un establo, a las afueras del pueblo, y casi he llorado de melancolía por aquellos quintos del 74, tan irremediablemente perdidos en el tiempo.

* El autor es José Antonio Barquilla.