Florencio Esteban Gutiérrez era de despejada inteligencia y aficionado a la astrología. Cuentan que se fabricó su propio telescopio y que se dedicaba a mirar por las noches la bóveda estrellada. Por ello, le llamaban Ti Florencio "El Astrágalo" (decir astrólogo era muy enrevesado para los paisanos). Y también era muy de izquierdas. Ocupó el cargo de regidor síndico dentro del ayuntamiento formado tras el triunfo del Frente Popular.

Al parecer, siempre se dirigía a sus correligionarios diciéndoles: "No solu hay que aparental sel de izquierda, sino que hay que echal el quilu pa serlu". O sea, como la mujer del césar. Y afirmaba: "Sel de izquierda no consíhti en arrancal el pan diariu al amu, sino que lah tiérrah que dan el pan no tengan amu".

Hoy en día, cuando la tasa de pobreza en España se sitúa en el 25,5% y la sociedad se polariza abismalmente entre los que más y los que menos tienen, cuando están a la orden del día la exclusión social y la pérdida de derechos sociales básicos, habría que preguntarse qué papel desempeña la izquierda. Proliferan los bancos de alimentos, los comedores sociales, los fogones contra el hambre y hasta la infamante venta de alimentos caducados. Simples remiendos con los que parece que cierta izquierda está más que conforme. O sea sé: a falta de pan, buenas son tortas.

Decía Confucio que "donde hay justicia no hay pobreza". Lógicamente, la derecha, que tiene auténtico pavor y alergia a las revoluciones y revueltas sociales, parchea el descontento con esa pazguata caridad, asimilada a compasión, tan puesta en boga por Reagan y sus herederos neocons. Y esta caridad se da la mano con la practicada por el nacionalcatolicismo franquista, propia de aquellos fachendosos caciques que asistían a misa y alardeaban de llenar el platillo con sus monedas, aunque luego tuviesen a sus jornaleros cavando a montón, sin descanso, por un plato de garbanzos "pelaos".

La derecha cree que la pobreza es algo natural, cuando es fruto de un reparto injusto. Rechazar la caridad como una falsificación hipócrita de la justicia es tarea de la izquierda. Con remiendos compasivos, no se desmonta ese asistencialismo que perpetúa un modelo de sociedad en que la injusticia es algo natural, como la lluvia o el viento. La izquierda no debe olvidar aquello de "de cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad". Desmontar el capitalismo de compasión es primordial para la izquierda, ya que es intolerable, como asevera José Esquinas, que "la FAO destine al hambre lo que dos países desarrollados gastan en comida para perros y gatos en una semana".

XHORAx va siendo que la izquierda, como decía Ti Florencio, no solo aparente que lo es, sino que lo sea de verdad. Los estómagos de los pobres no se remedian con apaños y remiendos. Ya lo decía en el Siglo de Oro el dramaturgo Vélez de Guevara: "La perfecta hora de comer es:/para el rico cuando tiene ganas,/y para el pobre cuando tiene qué".